Partamos de un hecho real: la oposición cubana actual carece de articulación. No es, en rigor, una fuerza preparada para, potencialmente al menos, influir en el destino político de la nación. El gobierno ha sabido limitar muy bien cualquier brote de inconformidad, disolviéndolo en un caldo de vigilancia mutua que desestimula automáticamente cualquier intención de disentir. No es extraño entonces que las pocas organizaciones cívicas que alcanzan a reunirse y proponer plataformas, sean comparativamente reducidas en número de integrantes, y que, sin ninguna otra opción para mantenerse con vida – y si partimos del hecho concreto de que cualquier opositor declarado pierde, ipso facto, su derecho a trabajar o recibir estudios superiores – que la de buscar ayuda del exterior, o al menos aceptarla.
Este detalle, inherente a cualquier movimiento de liberación, latente desde la guerra de independencia hasta la victoria castrista, desde la conspiración de tabaqueros en Tampa (Estados Unidos) hasta la partida del Granma en Tuxpan (México), significa para el gobierno cubano, ahora que está al mando, una invasión mercenaria, un financiamiento de potencias extranjeras y por tanto, un buen material para la actividad de contrainteligencia. Y el apoyo explícito del gobierno estadounidense a los escasos focos de disidencia, de suministro y manutención a quienes consideran pudieran ser de utilidad en la conquista de la democracia, alimenta aún más esta virtual extensión de la guerra fría, este constante atrincheramiento con visos de intromisión en asuntos internos y patriotismo secular.
Las caricaturas de David.
La televisión cubana transmitió ayer un programa especial, revelando el trabajo encubierto de los agentes Carlos Serpa Maceira y Moisés Rodríguez. Ambos habían estado durante años apareciendo como disidentes, y uno de ellos era considerado algo así como el vocero de las Damas de Blanco. La revelación llega acompañada de ese aire épico que siempre tuvieron algunos momentos clave de nuestra historia castrista. Estos son los “héroes anónimos que se sacrificaban por su pueblo”, y esta es la traición de los renegados, de los mercenarios al servicio del imperialismo.
El patético agente Serpa Maceira no abatió de un balazo al Coronel García ni fue rescatado por un comando guerrillero en un puesto secreto de la CIA en Tegucigalpa. Él sólo pasaba por periodista independiente – en un país donde ser periodista independiente es un crimen antipatriótico – y seguía con su celular a las Damas de Blanco. No combatía a la Contra nicaragüense, sólo simulaba apoyar a las esposas de los presos políticos y el único riesgo que corrió fue el de haber podido recibir un cabillazo por parte de sus propios compañeros segurosos.
Los cubanos de adentro apenas reciben noticias de lo que pasa en el Medio Oriente, permanecen ascéticamente alejados de la posible influencia de las rebeliones, y aparentemente de forma casual, reciben este tipo de programas donde se sigue demeritando a los escasos brotes de oposición interna. Lo hacen utilizando el efecto mediático de dos chivatos que se quitan la máscara y “rebelan” cosas que todo el mundo sabe. Ellos no fueron “descubiertos” por el “enemigo”. Pudieron permanecer disfrazados un tiempo más, seguir sirviendo a la policía política como informantes y ocultos desinformadores de la opinión pública mundial, aumentando la desunión en el fragmentado panorama opositor cubano y sus seguidores internacionales, saboteando intentos de diálogo y cohesión… Pero al gobierno, en un momento de inconformidad popular con el incierto futuro, de masiva apatía ideológica, le urgía mucho más la épica trasnochada de su programa de televisión.
_
1 comentario:
Alejandro Armengol se confunde y un articulo redactado inicialmente para el periodico granma lo publica en el herald.pero bueno todo queda en casa.
http://www.elnuevoherald.com/2011/02/28/v-fullstory/894544/alejandro-armengol-futuras-manchas.html
Publicar un comentario