sábado, abril 30, 2011

Meteorología anuncia golpizas.

Con todo y que parece una estrategia para mantener a raya a la oposición en días de renovada retórica, y dado que el propio Raúl Castro aclaró muy bien en su discurso del congreso que no se detendrán las turbas violentas, este reciente rosario de golpizas no es otra cosa que un canto de cisne, un estertor de fiera agonizante que lanza zarpazos ciegos para mantenerse con vida aún cuando ya se sabe sentenciada.
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No puede ser estrategia, no es posible que quieran vender al mundo la imagen de magnanimidad y tolerancia, y que al mismo tiempo sean tan torpes de darle una sonada golpiza a Ángel Moya en Alamar y allanar como criminales la casa de Sara Marta Fonseca en Río Verde.
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Ángel Moya, uno de los pocos del grupo de los 75 que se negó a ser deportado a España y que por ello permaneciese en prisión mucho más tiempo del pactado con la iglesia católica, fue hoy mismo reducido a golpes, patadas en la cabeza incluidas – según relata su esposa y Dama de Blanco Bertha Soler – mientras lo trasladaban por la fuerza a su casa, desde Río Verde, a donde había acudido para solidarizarse con Sara Marta Fonseca.
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Esta última tuvo su allanamiento el pasado 18 de abril. La ilegalidad del asalto (detallada en un video que publicó Hablemos Press) no sólo entra en contradicción con los más elementales derechos humanos, sino con la propia constitución cubana. Las turbas castristas, que en el vídeo de Sara Marta aparecen de la nada, luego de que los oficiales de la seguridad pasasen previamente a amenazar a su familia, ejercen con desenfado una descarada impunidad digna de aquellos tristes años ochenta. No sólo conservan las mismas consignas (“Pin pon fuera, abajo la gusanera”) sino que, confiados en que su proceder es respaldado por las autoridades, atacan sin pudor el espacio privado de los disidentes, un rato antes de que, como era de esperar, terminasen propinando la sádica paliza a aquellos que sólo incurrieron en el delito de manifestarse en contra de la dictadura.
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Se acerca la celebración oficial por el Primero de Mayo, y el desfile de autómatas en el que, supuestamente, los trabajadores cubanos van a respaldar una oxidada reforma económica que, entre otras lindezas, va a dejar cesantes a millón y medio de ellos mismos.
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Un evento como ese requiere de mano dura, así que preparémonos para recibir más noticias de reclusiones domiciliarias, arrestos preventivos y pateaduras de todo tipo. La fiera, herida de muerte, no va a entregarse así como así.
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Del vídeo de Sara Marta Fonseca publicado por Hablemos Press, el momento en que varios cabecillas de la turba saltaban ilegalmente a su jardín.

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Uno de los agresores, golpeando la ventana con una roca.

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Lanzando más piedras, rompiendo la propiedad y burlándose de los disidentes.

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Momento especialmente revelador, uno de los compañeros revolucionarios comienza a abrirse el pantalón, moviéndose lascivamente.

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Esta, y no otra, es la imagen de la represión cubana disfrazada de pueblo.

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miércoles, abril 27, 2011

Cuba y las tostadas con mantequilla.

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Mientras mi madre estuvo de visita de este lado, en el mundo real, una de sus fijaciones era llevarse de regreso a La Habana una tostadora. Hay quien prioriza reproductores de DVD, una laptop, un disco duro externo, o simplemente pacotilla para usar o revender en el mercado subterráneo. Una vez coincidí, en el aeropuerto de Ciudad México, con una bailarina de danza contemporánea que transportaba a Cuba, en la mano y sin perder su esbeltez de virtuosa, una tapa de inodoro… Pero mi madre sólo pensaba en su soñada tostadora.

“Coño vieja, allá no venden el pan lasqueado”, le decía yo. “No importa”, me contestaba. “en la panadería de 51 venden pan de molde. No sabe igual que antes, pero sirve. Yo lo pico con el cuchillo y es lo mismo”...

Mi madre soñaba volver a Cuba y prepararse tostadas con mantequilla en el desayuno, tal y como hizo de este lado mientras estuvo de visita, y como no las había probado desde hacía décadas allá en Marianao. Por eso se compró su tostadora en el supermercado, la guardó con cuidado en una maleta y pasó semanas diciendo: “Esa tostadora es muy ligera. No me llevo un microondas porque pesa mucho y me cobrarían demasiado por exceso de equipaje, pero la tostadora no pesa nada…"
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Ayer cargó con sus maletas de regreso y subió al avión pensando quizás en que, si bien su patria podía seguir precipitándose al abismo, ella estaba dispuesta a sobrevivir si cada día en el desayuno podía comerse unas ricas tostadas con mantequilla. Al llegar a la aduana del aeropuerto José Martí, nadie estaba al tanto de su sueño. Luego de cobrarle por exceso de equipaje – por Aeroméxico viajó bien de peso, sin costo adicional, pero “el exceso de equipaje de la aduana”, le dijeron, “no tiene nada que ver con el de la aerolínea”, o sea, que en la aduana le cobraron para que el avión que ya aterrizó no se fuese a caer – le volvieron a cobrar el reproductor de DVD y no dudaron en decomisarle su tostadora, respondiendo a alguna regla oficial que impide el ingreso al país de algunos electrodomésticos que pueden afectar a la economía nacional, esa economía que hoy se enfrenta, por enésima vez, a profundas reestructuraciones en pos de salvar el modelo socialista.
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La tostadora de mi madre no era más que una quinta columna confeccionada para sabotear a la revolución cubana. Por eso fue decomisada en el aeropuerto de La Habana, por ser una tostadora terrorista, una tostadora disidente enviada por el cruel imperialismo norteamericano que la fabricó.
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Probablemente no será destruida, como debería corresponder a un artefacto tan peligroso, alto consumidor de energía, sino que pase a manos de algún funcionario aduanero, o sea enviada a alguna tienda de divisas para recuperarle el triple de su valor original. El punto es que, para variar, mientras mi madre persista en seguir viviendo en Cuba, eso de tener un aparatico para hacer tostadas con mantequilla en las mañanas contradice los principios revolucionarios y la necesidad de ahorro y conciencia ecológica del pueblo cubano y su invencible partido comunista.
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domingo, abril 24, 2011

Dios o fraude. El último día de Sai Baba.





La divinidad es algo que se hace cada vez más difícil de sobrellevar. Más aún cuando el mito es confrontado con la velocidad de la información moderna, los lentes pendencieros y la incredulidad del tercer milenio. Los profetas y avatares sagrados tienden a mezclarse con la mercadotecnia, el estrellato y el cinismo nuestro de cada día.


La primera vez que supe de Sai Baba, fue por un amigo, devoto suyo y vecino mío, que en La Habana guardaba como algo sagrado una bolsita de vibhuti, el polvillo prodigioso que supuestamente había materializado el dios viviente, Sathya Sai Baba, en una de sus tantas apariciones públicas en el Prashanthi Nilaiam, donde cientos de creyentes se agolpaban para recibir bendiciones y curaciones. Los relatos de mi amigo sobre cada milagro del profeta indostano alimentaron muchas fabulaciones juveniles en aquel entorno cubano que apenas se sacudía sus décadas de persecución religiosa y ateísmo oficial.


Sai Baba decía ser la reencarnación de Sai Baba de Shirdi, un santo que murió años antes de su nacimiento y que a su vez afirmaba ser el dios Shiva encarnado. Su emporio de misticismo y obras caritativas en todo el mundo han sido tan celebrados como atacada ha sido su imagen de iluminado. Muchas acusaciones tuvo en vida Sai Baba, desde la preparación trucada de sus milagros hasta abuso sexual a muchachos devotos, y el número de sus detractores ha crecido casi tanto como el de sus fieles seguidores.


Si en definitiva el vibhuti era fabricado con prestidigitación, con una piedrita escondida entre los dedos que tramposamente pulverizaba en el momento de mayor éxtasis colectivo, o si sus increíbles hechos mágicos eran obra de un cuerpo celestial donde se había depositado Visnú, eso ya quedará para el corte de caja de la historia.


Por supuesto, si en algo nos parecemos cubanos e indostanos es en esa tendencia natural a creer en dioses reencarnados que nos embobecen con efectismos proféticos.


Hoy murió Sathya Sai Baba, a los 84 años, quebrantando su profecía de desprender pasados los noventa. La India vio marcharse a su más polémico y monumental ídolo religioso y nosotros los cubanos seguimos esperando por aquellas viejas profecías que nunca se cumplieron.


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martes, abril 19, 2011

La flojera (entrada atrasada).

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Aquí en México llaman flojera a la ausencia de ganas, a la desidia, a la falta de motivación. Cuando algo da flojera es que no da ganas de entrarle. Justamente por eso, por la flojera, es que llevo tantos días sin entradas para el blog, pero no por una flojera en general, sino que todo lo relativo al congreso del partido comunista de Cuba me da flojera.


La situación de Cuba empieza a darme flojera, empieza a inocularme ganas de abandonar y dar por perdida toda esperanza, o a evadirme comentando el último episodio de Grey’s Anatomy que parecía un musical, con la doctora Torres cantando cual espíritu junto a su cuerpo comatoso, o quizás hablar del más reciente robot que mandaron a Marte, o darle un poco de chucho a López Dóriga por su entrevista a Anthony Hopkins, en Televisa, al perder este último el contacto con el traductor del audífono y tener que preguntar ¿Wai the rito?... Cualquier cosa parece mejor que seguir comentando la decadencia y caída de casi todo en el estado cubano.


Al menos por estos días, hacerlo me da flojera.


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