martes, marzo 22, 2011

Pongamos que hablo de La Habana.

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Joaquín Sabina supo desde los setenta lo que significaba el exilio. Vivió en Londres huyendo de Franco – sus alucinaciones juveniles lo llevaron a tirar un coctel molotov en una sucursal del Banco de Bilbao y a proteger a etarras en su casa de Londres – y por años no tuvo mejor modelo social que el de la revolución cubana. Los días eran así. Muchos de su generación fueron seducidos por el aura redentora de los barbudos verdeolivo, y sólo después de una vida de fe ciega en las buenas intenciones de Fidel Castro, han comenzado a mirar la realidad cubana sin gafas de sol.
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Para quienes sufrieron la dictadura franquista a veces no resulta fácil establecer las similitudes con la dictadura de Castro. Aparentemente ambas eran excluyentes, y sus ideologías opuestas. Sólo después de mucho tiempo y valor para dejar atrás los clichés de la izquierda y la derecha es posible darse cuenta de que los extremos se tocan, que Francisco Franco y Fidel Castro tienen más similitudes que diferencias, y que un poeta no tiene por qué ser un eterno apologista de utopías destrozadas.
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Sabina se va de gira a los Estados Unidos, y ha dicho al Nuevo Herald: “Cuba es un país maravilloso con mucha gente que no debería estar en el exilio”, y lo más rotundo: “Cuba es un fracaso histórico”… Sabina quizás prepara la opinión de La Florida para sus conciertos, quizás ha llegado, por fin, al punto de análisis que le permite dejar atrás al romanticismo guevariano. Quizás ambas cosas. Más allá de sus escalofriantes imágenes sobre La Habana (…y el mañana era un niño que mentía / y todos se llamaban Robinson…), las visitas de Sabina a Cuba siempre parecían rodeadas por un clima de conformidad y aceptación. Ahora el genio cantautor, al parecer, ha decidido la demolición de su pasado guerrillero. Ha invitado a Willy Chirino a cantar con él “Medias negras”, y se ha declarado amigo de Paquito Rivera y Bebo Valdés.

Joaquín Sabina debe saber que ya el homólogo tropical de Franco debe haber decretado su desaparición de la radio cubana, y que le será muy difícil regresar a aquella amada isla donde “el mundo va al revés” y donde “en cada bicicleta caben tres”. De las mentiras piadosas por ser juez y parte en un hotel, dulce hotel habanero, ha pasado a las malas compañías, aliviado de luto, y sus enemigos íntimos ya no le permitirán más decir esta boca es mía.

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1 comentario:

Tenchy Tolón dijo...

un poeta no tiene por qué ser un eterno apologista de utopías destrozadas... Bravo por Wichy