Apenas unas horas después de transmitido el último episodio de la novela por entregas Las razones de Cuba, en la que hasta el momento se han destapado cuatro espías de mala muerte que la seguridad cubana insertó en espacios de la disidencia, o bien en espacios no muy bien definidos – en los que ni siquiera quedaba claro a quién o a quiénes espiaban, fuera de ese fantasma, ogro, lobo o “el coco” del imperialismo yanqui – elevados a la categoría de héroes aún cuando el riesgo que corrían en sus misiones era francamente ridículo, se filtra al exterior de Cuba el arresto, por parte de la propia seguridad, de José Antonio Torres, uno de los más reconocidos reporteros del diario Granma en el oriente del país.
Torres fue detenido en Santiago de Cuba, y trasladado a La Habana. Según rumores – no hay por el momento fuente más confiable si la prensa oficial suele tomarse su tiempo para reconocer este tipo de eventos, cuando no los da a conocer en absoluto – esta detención ha sido a causa de que el reportero de marras trabajaba para la Agencia Central de Inteligencia.
De resultar ciertos los rumores, durante una apreciable cantidad de tiempo alguien infiltrado por la agencia de Langley estuvo muy próximo a los eventos políticos en Santiago de Cuba, alguien publicado con regularidad en el famélico órgano oficial del PCC, alguien que anduvo fotografiando de muy cerca a las figuras principales del gobierno y que recibió elogios directos de Raúl Castro (“Llegue un reconocimiento al periodista santiaguero José Antonio Torres, por su constancia en el seguimiento de esta obra”), alguien que sí estuvo arriesgando mucho en el ejercicio del espionaje, y que sin duda alguna recibirá, después de largos interrogatorios, todo el desquite de los Castro por la pérdida de los cinco espías de la red Avispa en territorio norteamericano, años atrás.
Según los mismos rumores, Torres lleva ya un mes detenido. Si en definitiva es cierto que trabajaba para la CIA… ¿por qué no ha sido utilizado por el gobierno para equilibrar fuerzas en la campaña por la liberación de los Cinco? ¿Por qué no enfatizar la intervención de una agencia de contrainteligencia norteamericana en la vida nacional con esta espectacular detención? ¿Por qué dar más relevancia a un empleado norteamericano que repartía equipos de satélite, dando amplia cobertura a la sentencia de quince años impuesta a un paseante que ni siquiera quedó claro que fuese un espía con todas las de la ley? ¿Por qué Torres no apareció en la televisión como ejemplo de las “acciones enemigas” en contra de la revolución, en este pasado mes de “revelaciones importantes”, de “pruebas” en contra de la oposición y sus patrocinios?
Es obvio que a la opinión norteamericana no le molestaría tanto la prisión de un periodista santiaguero como sí le incomoda la condena de un connacional, aún cuando ambos son apresados, aparentemente, por razones similares, por trabajar de incógnito para su lado del tablero. Nuestros gobernantes no hacen sino manejar a conveniencia las fichas de la política, incluso cuando se trata de denunciar o acallar las operaciones del enemigo en sus propios predios.
Al menos ha quedado claro que en las filas castristas también se cuelan informantes inesperados, y que Langley también tiene sus razones para vigilar a los dictadores plataneros que nos gobiernan desde hace más de medio siglo.
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