domingo, octubre 09, 2011

Un silencioso Grito de Yara.

Entre las cosas que, luego de vivir por años en México, siempre he deseado para Cuba, es que el 10 de octubre se convierta alguna vez en una equivalencia festiva al Grito de Dolores mexicano. De nuestro “Grito de Yara” en Cuba apenas recuerdo uno de los pocos días festivos del año, con las clases suspendidas, algún que otro programa de televisión dedicado al padre de la patria, Carlos Manuel de Céspedes, y nada más.

Poco menos de un mes atrás, México se engalanaba de banderas, sombreros, bigotones y matracas. Este año ni siquiera la campaña promovida por muchos mexicanos para quedarse en casa, protestando así por la violencia, impidió que las plazas se llenasen al amanecer del 16 de septiembre, y – muy por encima de la politiquería y los poderes – sonasen las campanadas y estallasen los fuegos artificiales.

Para que la masa cubana un día llegue a comprender – como esos mexicanos que gritaron ¡Viva México!, aún inconformes con el gobierno y su gestión – que la patria es mucho más que una ideología o unas cuantas personas endiosadas, tendrán que darse muchos cambios dentro de la isla, tendrá que promoverse un rescate de lo verdaderamente esencial en la belleza de nuestra nacionalidad, una reapropiación de los símbolos patrios y sus próceres. Por fuerza, llevará décadas entender que la revolución verde olivo y el comunismo castrista, aún teniendo un peso fundamental en la historia del último siglo, no tienen nada que ver con la esencia de la cubanía. Precisamente la sostenida suplantación de esa esencia con publicidad ideológica, símbolos bolcheviques y consignas triunfalistas es lo que ha ido creando en el pueblo esa especie de apatía por las celebraciones patrióticas, a las que acude por inercia, asignación, conveniencia o temor. Nunca por emoción.

Quizás alguna vez comprendamos una fecha como el Diez de Octubre como lo que es, el inicio de un despertar de la conciencia nacional, y no tanto como lo que no es, el inicio de una epopeya que terminó con el triunfo de Fidel Castro.

Entre tanto, mi personal 10 de octubre seguirá siendo el día en que mi hermana Maite cumple años allá en Canadá, el día en el que el cariño que por ella siento me hace pensar aún más en las razones por las que tantos seres queridos andan lejos de Cuba, desperdigados por cualquier parte de este planeta, tan lejos de su sangre y de su naturaleza cultural; razones que, por donde quiera que se las mire, no tuvieron nada que ver con el eximio Carlos Manuel de Céspedes, padre de la patria.

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2 comentarios:

Maite dijo...

Te quiero mucho!!!!!!

Regina dijo...

Wichy, saludos, una rareza poder pasar por tu blog, saber que mi tiempo de internet es breve. Un abrazo