El hecho es rigurosamente cierto. Don Ricardo Palma (Lima 1833 – Miraflores 1919), escritor, político y aventurero, en uno de sus relatos llamado La Pinga del Libertador (que forma parte de su libro Tradiciones en salsa verde), cuenta como Bolívar hacía un uso de un término que enorgullecería sin duda a los bolivarianos modernos, sobre todo a los cubanos.
El relato comienza así: “Tan dado era Don Simón Bolívar a singularizarse, que hasta su interjección de cuartel era distinta de la que empleaban los demás militares de su época. Donde un español o un americano habrían dicho: ¡Vaya usted al carajo!, Bolívar decía: ¡Vaya usted a la pinga!..."
La primera acepción que la Real Academia Española le da al término, apoya a su poderosa etimología fálica. Aparentemente derivado del latín “pendere” (colgar), el uso que se le daba en el mundo hispano a una vara para acarrear cubos al estilo chino, tuvo su influencia drástica en el Libertador Simón Bolívar, alguien que a su vez dejó huellas importantes en su trayecto por el continente, lexicología incluida.
Cuenta Palma en otra parte de su relato: “Histórico es que cuando en la batalla de Junín, ganada al principio por la caballería realista que puso en fuga a la colombiana, se cambió la tortilla, gracias a la oportuna carga de un regimiento peruano, varios jinetes pasaron cerca del General y, acaso por halagar su colombianismo, gritaron: ¡Vivan los lanceros de Colombia! Bolívar, que había presenciado las peripecias todas del combate, contestó, dominado por justiciero impulso: ¡La pinga! ¡Vivan los lanceros del Perú!... Desde entonces fue popular interjección esta frase; ¡La pinga del Libertador!..."
El relato acaba con una chispeante anécdota con cierta dama, que vale la pena leer en su versión completa.
Ahora bien, el nunca bien ponderado don Manuel Ricardo Palma Soriano – que hasta por sus apellidos parece ser precursor espiritual de la cubanidad, un intelectual de amplio reconocimiento, y con cuyo nombre se bautizó a una universidad peruana –, jamás imaginó cuán errada estaría una de las observaciones que plasmó en su relato: “Este párrafo lo escribo para lectores del siglo XX, pues tengo por seguro que la obscena interjección morirá junto con el último nieto de los soldados de la Independencia…"
Nada de eso, estimado Ricardo Palma. La obscena interjección sigue tan viva como en los tiempos de Bolívar, usada de una u otra manera por los cubanos bolivarianos, incluso por muchos no cubanos, luego de la inagotable invasión isleña a cualquier punto de las Américas.
El legado de Simón Bolívar, a la postre, parece hoy más profundo y polisémico que nunca.
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2 comentarios:
Difícil imaginar que en (partes de) la Nueva Granada se llamase antaño de tal manera a la viril verga, aunque en castellano arcaico era pingar sinónimo de gotear.
En cambio, el término "puñetero" está mejor documentado y significaba pajero, pajizo o pajiñán.
Pinga es una palabra bien peruana. Por eso no se encontrará en Ecuador, Colombia o Venezuela, con la acepción que se usa en Perú, bien popular. Quizás Bolívar jamás lo pronunció, porque es una novela o sea ficción, pero histórica. Esta tradición o cuento está dirigido a un público peruano joven de aquella época, pero por cucufatería peruana o limeña los mismos peruanos no lo conocen. Porque la élite limeña de aquella época lo enterró.
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