Tal y como era de esperar, el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas concluyó en La Habana en un ambiente que pudo haber sido cualquier cosa menos joven. Desde meses atrás, el vicepresidente primero, José Ramón Machado Ventura, con sus 79 años, encabezaba las discusiones en las asambleas provinciales previas a este congreso, instruyendo a los imberbes en “temas primordiales que definen la continuidad histórica de la revolución, y el papel que en ellos corresponde jugar a los jóvenes de hoy”. Ya para el domingo, el magno evento era clausurado por Raúl Castro, de 78 años, y en su retórica - además de aprovechar para seguir produciendo nipingalidad con el tema de las huelgas de hambre de la oposición, dejando sentado que no moverá un dedo ante la presión internacional - dejó bien clara la lenta, la súper lenta estrategia de cambios, la política de tortuga que la ancianidad de la cúpula prefiere mantener, y además, inyectar en vena a los jóvenes ancianos que participaron en el IX Congreso.
"Los que piden avanzar más rápido, deben tener en cuenta el rosario de asuntos que estamos estudiando'', decía Raúl entre los aplausos de miles de delegados que no alcanzaban a entender que esos asuntos se están estudiando hace muchos años, y que todos ellos podrían tener canas antes de que alguno termine por arreglarse. "Debemos evitar que por apresuramiento o improvisación, tratando de solucionar un problema, causemos otro mayor'', más aplausos y los arcaicos jovencitos entendieron, sin usar más neuronas que las ya programadas, que no hay nada más peligroso en Cuba que los cambios.
Ninguno de los delegados se preguntó - y si lo hizo se guardó muy bien de expresarlo en voz alta - qué demonios hacían estos camaradas de la tercera edad a la cabeza de un congreso exclusivo de la organización juvenil. La razón es simple: la UJC nunca ha sido una organización autónoma, sino sólo un escalón de adoctrinamiento para los aprendices del totalitarismo, la antesala del PCC. Al mismo macabro estilo de la Juventud Hitleriana, estas huestes de mozalbetes, inocentemente retrógrados, sólo están allí para apuntalar al régimen con una cierta imagen de lozanía, y en el peor de los casos, para secundarle en la represión paramilitar de manifestaciones opositoras.
Todo por la Revolución, dice el lema oficial del congreso. Y todo por la revolución significa, sin dudas, nada por el futuro, nada por las alternativas, nada por la lógica, nada por la evolución. Cuánta razón tenía el censo poblacional cuando descubrió que la población cubana estaba envejeciendo. Al éxodo indetenible de jóvenes que emigran a cualquier parte del mundo, habrá que agregar ahora el envejecimiento prematuro de estos muchachos de la UJC.
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"Los que piden avanzar más rápido, deben tener en cuenta el rosario de asuntos que estamos estudiando'', decía Raúl entre los aplausos de miles de delegados que no alcanzaban a entender que esos asuntos se están estudiando hace muchos años, y que todos ellos podrían tener canas antes de que alguno termine por arreglarse. "Debemos evitar que por apresuramiento o improvisación, tratando de solucionar un problema, causemos otro mayor'', más aplausos y los arcaicos jovencitos entendieron, sin usar más neuronas que las ya programadas, que no hay nada más peligroso en Cuba que los cambios.
Ninguno de los delegados se preguntó - y si lo hizo se guardó muy bien de expresarlo en voz alta - qué demonios hacían estos camaradas de la tercera edad a la cabeza de un congreso exclusivo de la organización juvenil. La razón es simple: la UJC nunca ha sido una organización autónoma, sino sólo un escalón de adoctrinamiento para los aprendices del totalitarismo, la antesala del PCC. Al mismo macabro estilo de la Juventud Hitleriana, estas huestes de mozalbetes, inocentemente retrógrados, sólo están allí para apuntalar al régimen con una cierta imagen de lozanía, y en el peor de los casos, para secundarle en la represión paramilitar de manifestaciones opositoras.
Todo por la Revolución, dice el lema oficial del congreso. Y todo por la revolución significa, sin dudas, nada por el futuro, nada por las alternativas, nada por la lógica, nada por la evolución. Cuánta razón tenía el censo poblacional cuando descubrió que la población cubana estaba envejeciendo. Al éxodo indetenible de jóvenes que emigran a cualquier parte del mundo, habrá que agregar ahora el envejecimiento prematuro de estos muchachos de la UJC.
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Algunas de esas cosas del Guamá, que siempre me hacen
doblar de la risa, esta vez sobre el mismo tema del congreso:
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