jueves, junio 18, 2009

¿Seremos como el Che?

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Trato de imaginar el rostro de Pablo Guevara - sobrino del Che y al mismo tiempo destacado actor de teatro en Cuba, hierático pariente gay del homófobo comandante, de imagen algo hosca pero en el fondo un tipo con finísimo sentido del humor - al conocer la noticia de que su primita Lydia se está desnudando en una campaña ecológica, con la boina insignia del guerrillero heroico y cananas de zanahorias terciadas al pecho.

Pablo, nacido argentino, pero mitad cubano, al menos en la etapa en que lo conocí, en el grupo Buendía, evitaba hablar de su tío mientras ello fuese posible, y la única conexión pública que le conozco con la imagen guevariana es su colaboración, ya muy posterior, con Benicio del Toro, en materia de acento para la película de Steven Soderbergh. Una vez le sugerí que no sería mala idea que levantase un espectáculo unipersonal inspirado en aquel ícono mundial, que nadie mejor ni con mayor legitimidad en Cuba podría hacerlo. Pensaba yo que algo así, siempre marcado por la calidad y celo vanguardista del Buendía, sería a la vez objeto comercializable de notorias proporciones en cualquier escenario internacional. Pablo, sin embargo, se limitó a mover las manos con un gesto vago de rechazo, para darme la espalda y seguir concentrado en su caracterización de Lotot, proxeneta francés, en la versión que hicieran Flora Lauten y Raquel Carrió de la obra Réquiem por Yarini.

Nunca se lo dije, pero admiré profundamente su postura en una época en que ya la imagen mesiánica de su tío invadía no sólo los medios de comunicación o las vallas propagandísticas, sino también las ferias de artesanía. Las boinas con la estrella solitaria, los llaveritos, colgajos y pulóveres con el retrato de Korda podían ya adquirirse en cualquier tarima, siempre que se tuviese moneda convertible para consumar la transacción. La industria turística nacional ya había consagrado al ícono guerrillero junto a los negritos rumberos, los almendrones y los cuadritos kitsch de la Bodeguita del Medio, mientras Pablo Guevara se abstenía de comercializar con sus auténticos genes.

Pero como no todo el mundo tiene la misma consideración hacia los símbolos de trascendencia familiar, ahora aparece la nieta de Ernesto Guevara en medio de una campaña en pro del vegetarianismo y la protección de los animales. La nena se las ha ingeniado para mezclar a la soya con la Sierra Maestra, a los perritos callejeros con Tania la Guerrillera, en una sexy manifestación mediática que prosigue con la tradición de sacar lasca al más grande de los símbolos revolucionarios modernos, a como dé lugar.

Aferrada a la herencia genética, Lydia Guevara promueve la abstinencia de carne desde un país donde los bifes de lomo son cosa sagrada, pretendiendo que la gente proteja a los animalitos y consuma mayor cantidad de lechuga con una imagen que más bien invita a la violencia revolucionaria, o a comérsela a ella, así cruda y envuelta en su copiosa ensalada de zanahorias.

A estas alturas parece que ya son muchas, y muy diversas, las maneras en que los pioneros cubanos podrían llegar a ser como el Che.

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Pablo Guevara, a la extrema izquierda, moneando con otros actores del Buendía en las dunas de Coro, Venezuela, en el 2001.

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5 comentarios:

Güicho dijo...

De acuerdo, con zanahorias y todo.

Por desgracia, en las notas perdidas del diario guevariano que nos han sido reveladas recientemente (pasa por mi blog) no se alude para nada a la descendencia. Y lo más parecido a una zanahoria que encontró el ELN en el Ñancahuazú fue una calabaza.

Cero Circunloquios blog de Ley y Niurki dijo...

Amigo Rodrigo
si en algo fui como el Che, solo recuerdo un soplo en el corazon que tuve de chama y me provoco asma hasta los seis anios, cuando apenas comensaba a saludar con la consigna en aquellos matutinos vigilados.
No obstante siendo carnivoro y mi novia (Niurki) vegetariana, me mezclo en este circo mediatico simbolico y me limito a apoyar a los animalitos de la creacion, que se lo merecen. los que no merecen mi respeto son esos animales prehistoricos que aun abundan por las cumbres de mi pais,...y que han vendido al mundo una Cuba tan agridulce como mi nostalgia.

lo que menos quieren los pioneritos es ser vegetarianos,..y ademas (al menos en mi epoca, por alla por el 93) comian gatos y gorriones. si la PETA supiera de nuestros "petates"...jejeje

un abrazo

Ley

Rodrigo Kuang dijo...

Tienes toda la razón, Ley. Allá por el 93 y 94 fui a menudo invitado a cacerías dominicales de gatos en mi barrio. Se comían con mucha dignidad, con la fantasía de que comíamos carne de conejo (que en verdad es muy similar), y no puedo imaginar cómo esta nena guerrillera light entendería que los pioneritos que cada día escolar tenían - o tienen - el deber de vociferar el lema "Pioneros por el comunismo ¡seremos como el Che!", hubiesen podido llegar a comer gatos - o bien sólo arroz con un trozo de boniato, que hasta los gatos se terminaban - debido al hambre que dejó en su país la ineficacia de líderes como su abuelo.

Camilo Venegas dijo...

Excelente, asere. La Habana se estará cayendo a pedazos, pero al menos en tus "memorias" está a salvo. Un abrazo y sigue ahí, arriba de la bola.

Margarita Garcia Alonso dijo...

Pues si, pues si que porte esos simbolos en homenaje a los gatos asesinados por no meternos a comer yerbas del patio y de paso se ponga a chupar zanahorias, asi no habla.

saludos, muy buena entrada