lunes, junio 29, 2009

La edad de la inocencia

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PRÓLOGO

Martha y Mirtha son mellizas idénticas. Virtuosas bailarinas de danza contemporánea. Egresadas de la Escuela Nacional de Arte de La Habana, integran hoy día la compañía del Wuppertal Tanzatheater, de Alemania.

FLASH BACK

Marthica y Mirtica nacieron en Guantánamo, en los setenta. Como casi todos los niños de su época, vistieron orgullosas el uniforme escolar con la pañoleta roja y cantaron el himno cada viernes, pensando de todo corazón que Cuba era el mejor país del mundo. Destacadas estudiantes en la Escuela Vocacional de Arte de su provincia, siempre tenían un puesto en los eventos políticos, y soñaban con ser seleccionadas en el Proceso de Recomendación para la Unión de Jóvenes Comunistas.
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Marthica y Mirtica tenían siempre algo que llevarse a la boca, Benito, el padre, y Martha, la mamá, se encargaban de vestirlas y calzarlas sin mayores contratiempos. Benito era panadero, y Martha recepcionista de una óptica. Con los salarios de ambos bastaba para mantener a una familia convencional, comprar el televisor Krim para ver la novela y el ventilador Órbita para sobrellevar el calor guantanamero. De vez en cuando iban al campismo popular en Playitas de Cajobabo, aquel pedazo de paraíso oriental por donde desembarcaron Martí y Gómez en 1895, y donde, ya en los ochenta, había una infinitud de cabañitas rústicas, bicicletas para alquilar, y muchas, pero muchas, latas de carne rusa.

Martha y Mirta viajaron a Guantánamo en un confortable ómnibus Colmillo Blanco, luego de graduarse como bailarinas en La Habana, para iniciar muy contentas el servicio social en la provincia, todavía creyéndose dichosas por haber estudiado gratuitamente y ganar un mínimo salario para comprarse cortes de tela y hacerse blusas de cajita.

FLASH IN
De pronto, desaparecieron las latas de carne rusa, el ventilador Órbita de nada servía en las noches de agosto sin electricidad, las bicicletas dejaban de ser objetos de distracción, en el agro de la esquina los suministros brillaban por su ausencia, mientras, curiosamente, el televisor Krim mostraba cada vez más cosechas exitosas en sus noticiarios.

Martha y Mirta regresaron a La Habana en tren lechero, justo cuando una pizza fría, extraída de una caja sucia a las doce de la noche en La Rampa, llegaba a costar un cuarto de salario mensual. Martha se fue a Europa con un pequeño grupo de danza-teatro que fuera invitado a un festival de relativa importancia. Mirta, luego de vivir dos años en una barbacoa de madera en Marianao, se mudó a Centro Habana con un director de programas de la televisión, y llegó a ser editora de noticieros, buscándose la vida, en los noventa, como maestra de matemáticas a domicilio, mientras su hermana gemela reunía los euros suficientes para que ambas pudieran reunirse alguna vez, allá en Wuppertal, Colonia.

EPÍLOGO
Martha y Mirtha viven hoy en Alemania. Como tantos otros artistas de su generación, han terminado aprovechando, muy lejos de la patria, la excelente formación que obtuvieron en la escuela de arte cubana. Hace muchos años dejaron de creer que Cuba era el mejor país del mundo y ahora sólo piensan en ofrecer un país algo mejor a sus hijos.

Trabajan en el Wuppertal Tanzatheater, hablan en alemán y dejaron la inocencia en los ochenta.
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NOTA: Los nombres, lugares e imágenes originales han sido cambiados por fabulaciones, a petición de las protagonistas reales de esta historia.
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1 comentario:

Angel Collado Ruíz dijo...

Al menos esta historia , no acabo en tragedia.
Que duro nos va a resultar escribir nuestras memorias colectivas, hermano. un saludo afectuoso, angel