Aunque en esta nueva saga de la película de Pixar el fenómeno del falso paraíso, ese kinder controlado por el viejo Lotso, el oso de peluche, y fuerzas represivas que encierran a los juguetes, encima vigilados por un mono con platillos a través de pantallas múltiples (¿el Gran Hermano de 1984, la otra novela de Orwell?), se muestra en versión light, digamos, en la traducción fresa del fenómeno más acorde con el espíritu de divertimento infantil en 3D, la historia no deja de diversificarse en niveles de lectura que impactan según la edad o la madurez de quien la mire.
En la época en que Orwell escribió su novela de animales, desde su posición de socialista democrático (pertenecía al Partido Laborista Independiente) criticó duramente a la corrupción y decadencia del sistema estalinista. Los símbolos eran bien claros: el señor Jones era la monarquía zarista, Lenin era el “Cerdo Mayor”, el fundador de la doctrina que más tarde fuese distorsionada por Napoleón, el cerdo totalitario que representaría a Iósif Stalin, y que perseguiría a un Trotsky en forma de cerdo renegado, Snowball. Hasta Maiakovski se vería reflejado en Minimus, el cerdo poeta. La situación compleja de la decadencia, el paso de los “siete mandamientos” de la doctrina inicial a una adecuación contaminada, de la que no escaparía aquel famoso eslogan “Todos los animales son iguales… pero algunos son más iguales que otros”, no dejaría lugar a dudas acerca del contexto satirizado. Orwell, y también las versiones cinematográficas, manejarían de manera bastante directa la denuncia al nuevo orden dictatorial que surge con la destrucción del anterior.
Toy Story 3, armada en los estudios de Pixar, en California, ya no tiene el referente de
No es la primera vez que Disney-Pixar establece parábolas con nuestra realidad. En Ant Z, el protagonista,
Aunque la subtrama política de Toy Story 3 - la del kinder dominado por un oso de peluche dictador - queda relegada al final por la historia principal de los juguetes que enfrentan el momento de abandonar al ya crecido Andy, el conflicto del encierro, la fuga y la búsqueda de un mundo más justo para los muñecos oprimidos ocupa la mayor parte del tiempo en pantalla, y dudo que a los programadores de la televisión cubana se les escape el hilo subliminal que termina en la rebelión de los lugartenientes principales de Lotso (Ken y Bebé), y la restauración de una feliz democracia representativa con olor a plástico nuevo en el jardín Sunnyside.
_
4 comentarios:
siiiiiii, vi la peli y me pareció lo mismo. Mis hijas veían lo que trata de dibujitos y niños, y yo estaba viendo a Cuba, que buen analisis, rodrigo
No la he visto, pero voy con mi chama al cine este mismo fin de semana. Él a divertirse, yo por masoquismo.
Gracias. Como siempre, brillante.
RPR
Yo tampoco la he visto, pero sí conozco bien la de la granja, y es un retrato de Cuba también.
Publicar un comentario