
No solamente persisten en repudiar como a perros traidores a los deportistas que deciden continuar su carrera en otra parte, lejos de las psicóticas redes del estado cubano, ahora también quieren que los demás lo hagan. Grande fue el berrinche que debieron haber montado las autoridades esclavistas de Cuba Deportes cuando se enteraron de que el equipo mexicano los Rojos del Águila - donde uno de sus siervos de la gleba fungía como manager rentado - había contratado ¡sin contar con ellos!, al desertor Yadel Martí para pichear en la actual temporada de la liga sureña mexicana. Gran pataleta debió ser, porque dicho manager, el villaclareño Víctor Mesa, fue suspendido de inmediato y va a tener que regresar a la liga nacional cubana, cobrando su salario en moneda nacional y sufriendo cada vez que los Industriales (equipo habanero donde creció Yadel) le arrebaten el trofeo a los naranjas.
El equipo veracruzano tiene una larga tradición de cubanidad en sus filas, que se extiende a los años treinta, a la época dorada del gran Martín Dihigo y la dirección de Agustín Verde, y hasta donde sé, no sólo Víctor Mesa trabajaba con ellos en la presente temporada, sino que también Pedro José Rodríguez, esa gloria cienfueguera, estaba situado allí como coach de bateo. El caso es que la intromisión de Cuba Deportes en una liga que no transcurre en territorio bajo su jurisprudencia, pasó de castaño a oscuro cuando se pusieron morados al enterarse de que la Máquina Roja del Puerto (como también le llaman al equipo allá en el sur de la república), había cometido el pecado de contratar a un vil apátrida, a un desagradecido pitcher del team Cuba que había osado evadir el espartano ejército de deportistas fieles al socialismo y a la revolución... como si esa gente estuviera en la comedera de catibía de los enfermizos dictadores, o antepusieran alguna ideología política a la adquisición de un buen pelotero para su equipo.
Víctor Mesa – a quien, confieso, acaso por mi esencia industrialista nunca rodé mucho – tampoco andaba en su mejor momento como técnico, ni llevándose bien con los jugadores a su cargo. El equipo veracruzano estaba metido en un período perdedor, así que la flagrante intromisión del organismo cubano – con todo y la arrogante delegación oficial viajando a México para protestar a la dirección del equipo por la insensata decisión de contratar a Yadel Martí - simplemente sirvió para que le pusieran las maletas en la puerta al súbdito de uniforme, con un seco adiós que debería servir de moraleja a los intransigentes estalinistas que aún deciden los destinos de sus apadrinados, y que por alguna maniática razón, creen poder seguir decidiendo la vida de aquellos que ya no están bajo sus botas.
Yadel llega en estos días a México y espero muy pronto poner la televisión y verlo parado en la lomita del parque Beto Ávila, en Veracruz, propinando muchos ponches en nombre de la pinche libertad.
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