Los reclamos de don Bruno.

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Con la carita lavada, nuestro canciller, Bruno Rodríguez, acaba de intervenir ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para denunciar una supuesta campaña mediática imperialista que convierte a delincuentes comunes en activistas cívicos “para obtener dividendos políticos”, y no sólo repitió el axioma de que el fallecido Orlando Zapata (aunque no mencionó su nombre con la misma displicencia con que la televisión de Cuba, en un reportaje, le decía “ayuno voluntario” a la huelga de hambre del disidente), fue “otra víctima de la política subversiva de Estados Unidos contra Cuba”, sino que, como era de esperar, acabó citando las violaciones de los derechos humanos que propician los yanquis en Abu Ghraib y Guantánamo.

Rodríguez Parrilla, sucesor del defenestrado Pérez Roque y según las estadísticas de los más recientes cancilleres, un eventual candidato a la destitución, retomó también la excusa, traída por los pelos, de que Zapata recibió los mejores tratos médicos antes de su muerte. Mientras esto decía, en Santa Clara los médicos del hospital Arnaldo Milán Castro se negaban a darle ingreso al disidente Guillermo Fariñas, psicólogo y periodista independiente – ¡no delincuente! – quien se negó a comer y beber agua luego de la muerte del humilde albañil, desgastado ya por otras más de veinte huelgas similares, desde que sufrió once años de prisión por “mercenario al servicio del enemigo”, y en reclamo por la libertad de los más de 200 presos políticos que ni siquiera son considerados como tales.

Con la boca llena de orgullo volvió a citar la holgura democrática de la isla, especialmente como, desde la toma del poder de Fidel Castro, en el 1959, “nunca hubo un caso de tortura, desaparición o ejecución extrajudicial”. Esto, apenas transcurridas unas semanas desde que falleciesen de hambre y frío 26 pacientes en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, y a sólo horas de que le fuese negada la salida a la bloggera Yoani Sánchez para participar en el V Congreso Internacional de la Lengua Española en Chile, o de que el propio periódico Granma reconociese que en los primeros meses del año los mercados estatales sólo recibieron alrededor de un 60 por ciento del abastecimiento esperado, como resultado fallido de las reformas agrícolas del comandante Raúl Castro.

Las fotos recién salidas a la luz pública de los muertos en el psiquiátrico de Mazorra, con ese lamentable aspecto de campo de concentración nazi, desmienten por sí solas cualquier palabra bonita de funcionario trajeado en las Naciones Unidas. La falacia de que la medicina oficial cubana no distingue de credos, quizás esté ahora mismo siendo puesta a prueba con la vida en un hilo del disidente Guillermo Fariñas, otro nominado a inmolación pública ante los ojos inflexibles del gobierno.

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Luego seguirán diciendo que todo es producto de la campaña mediática desatada por los enemigos de la Revolución.

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