No han ofrecido razones para la destitución de quien fuera ministro y presidente del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, por orden directa del comandante Raúl Castro, y aunque ya es costumbre, vaya, casi una tradición, que se sigan desprendiendo los mangos del árbol por cuestiones de corrupción, o bien de pensamientos peligrosamente divergentes, lo más probable es que este señor no sufra un mayor castigo que ser confinado a su mansión de Miramar por un tiempo, hasta tanto las cosas se calmen y pueda continuar, en paz y tranquilidad, con todos aquellos buenos negocios que el cargo le dio, desde que fue investido en 1989, poco después de la suspensión y enjuiciamiento de Luis Orlando Domínguez, el anterior titular de la aviación civil, acusado de corrupción a gran escala.
Rogelio Acevedo, quien junto a su hermano Enrique fueran los protagonistas de la novela Descamisados, escrita muy sobriamente por este último y llevada a la televisión con el título Memorias de un abuelo, acerca de sus años juveniles como subordinados del Che Guevara en la Sierra Maestra, fue también segundo jefe de la misión militar en Angola, es sin embargo más conocido en la isla por sus manejos comerciales, por las jugosas comisiones recibidas por vendedores de naves aéreas, rusos ex-soviéticos sobre todo, y por vivir como los grandes magnates del gobierno cubano, nadando en abundancia, boyante en lujos y por disponer a voluntad del patrimonio nacional en favor del bienestar familiar y personal.
Ahora un comunicado oficial ha dicho que Rogelio Acevedo “pasará a desempeñar otras funciones”, un cliché que conocemos de sobra, que no significa necesariamente "caer en desgracia", y que continuará reproduciéndose mientras las altas esferas del estado no se sientan del todo a gusto con sus figuras emblemáticas. Muchos antiguos descamisados, hoy con camisas de alta costura, seguirán, sin duda, engrosando las filas de dirigentes que “pasan a desempeñar otras funciones”, hasta que la cúpula suprema quede protegida apenas por unos cuatro gatos momificados que ofrezcan confianza en la construcción de la prometida y siempre postergada sociedad mejor.
Rogelio Acevedo, quien junto a su hermano Enrique fueran los protagonistas de la novela Descamisados, escrita muy sobriamente por este último y llevada a la televisión con el título Memorias de un abuelo, acerca de sus años juveniles como subordinados del Che Guevara en la Sierra Maestra, fue también segundo jefe de la misión militar en Angola, es sin embargo más conocido en la isla por sus manejos comerciales, por las jugosas comisiones recibidas por vendedores de naves aéreas, rusos ex-soviéticos sobre todo, y por vivir como los grandes magnates del gobierno cubano, nadando en abundancia, boyante en lujos y por disponer a voluntad del patrimonio nacional en favor del bienestar familiar y personal.
Ahora un comunicado oficial ha dicho que Rogelio Acevedo “pasará a desempeñar otras funciones”, un cliché que conocemos de sobra, que no significa necesariamente "caer en desgracia", y que continuará reproduciéndose mientras las altas esferas del estado no se sientan del todo a gusto con sus figuras emblemáticas. Muchos antiguos descamisados, hoy con camisas de alta costura, seguirán, sin duda, engrosando las filas de dirigentes que “pasan a desempeñar otras funciones”, hasta que la cúpula suprema quede protegida apenas por unos cuatro gatos momificados que ofrezcan confianza en la construcción de la prometida y siempre postergada sociedad mejor.
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Rogelio y Enrique Acevedo, encarnados por Caleb Casas y Eblis Valdivia en la serie de televisión inspirada en la novela Descamisados. Caleb emigró a Colombia y Eblis (el Bony de la Charanga Habanera) se fue a vivir a México, así que no es probable que la televisión cubana continúe la saga de esta historia, ni que refleje el final de los simpáticos descamisados rebeldes.
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