Cuando en el mundo civilizado ya era cosa normal la televisión por cable, nosotros en Cuba seguíamos conformándonos con sólo dos canales que transmitían por antena unas cuantas horas al día. De ahí que la llegada del verano a las transmisiones televisivas se nos volvía un evento de jolgorio nacional.
Aún en los noventa, julio y agosto eran meses de poder ver televisión desde la mañana hasta la noche, al menos por uno de los dos canales disponibles, esos que otrora no se llamaban “Cubavisión” y “Tele Rebelde”, sino sólo “el Seis” y “el Dos”. Los canales cubanos llevaban a nuestros toscos televisores en blanco y negro algo de entretenimiento variado, desde los “muñequitos rusos” – llamados así aunque viniesen de cualquier parte de Europa del Este – hasta series y películas que no trajesen consigo mensajes nocivos para nuestra pureza ideológica.
La televisión de verano era como el sábado y el domingo en el internado gigante que nos tocó para vivir, un breve período de esparcimiento que nos habíamos ganado con la austeridad y el ascetismo de los otros diez meses del año. Unas cuantas películas adicionales, algunos programas de estreno, musicales especiales, hacían que olvidáramos que de septiembre a junio sólo teníamos algunas horas diarias de transmisión, siempre en horarios no laborables.
Aún en los noventa, julio y agosto eran meses de poder ver televisión desde la mañana hasta la noche, al menos por uno de los dos canales disponibles, esos que otrora no se llamaban “Cubavisión” y “Tele Rebelde”, sino sólo “el Seis” y “el Dos”. Los canales cubanos llevaban a nuestros toscos televisores en blanco y negro algo de entretenimiento variado, desde los “muñequitos rusos” – llamados así aunque viniesen de cualquier parte de Europa del Este – hasta series y películas que no trajesen consigo mensajes nocivos para nuestra pureza ideológica.
La televisión de verano era como el sábado y el domingo en el internado gigante que nos tocó para vivir, un breve período de esparcimiento que nos habíamos ganado con la austeridad y el ascetismo de los otros diez meses del año. Unas cuantas películas adicionales, algunos programas de estreno, musicales especiales, hacían que olvidáramos que de septiembre a junio sólo teníamos algunas horas diarias de transmisión, siempre en horarios no laborables.
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La excepción fue quizás La Revista de la Mañana, que abrió por un buen tiempo a Tele Rebelde a las siete, terminando a las once, aunque de cualquier manera fue suspendida al sobrevenir la crisis, y sólo repuesta años más tarde en su versión corta y mucho más ideologizada, la revista Buenos Días. La setentera Revista de la Mañana se ganó, igual que la impresa Opina, un tema de los Van van, cuando mi hermana y yo esperábamos para ver aquel horrendo animado checoslovaco Orejitas a cuadros, para luego salir pitando rumbo a la escuela primaria.
En los mismos setenta, a alguien se le ocurrió la generosa idea de premiar a los jubilados con películas viejas al mediodía, aprovechando la vasta despensa de antiguos filmes mexicanos, argentinos y españoles que desde los cincuenta quedaron en la isla, pero tiempo más tarde otro funcionario rectificó y sacó del aire el espacio Cine del ayer, con la justificación de que los estudiantes de secundaria se estaban escapando de las escuelas para ver aquellas historias burguesas que nada aportaban a los valores de nuestra sociedad socialista.
Mi abuela se quejaba en la intimidad de su casa: “Yo entiendo que quiten las películas de Hugo del Carril, pero… ¡si por lo menos pusieran películas rusas!”… Ella no se daba cuenta de que el problema no era la carga ideológica, sino que la gran masa estudiantil y trabajadora no estaba en horario de recreación al mediodía de un mes cualquiera del año. Para el asueto estaban los meses del verano, vacaciones oficiales decretadas por el estado y por tanto, el momento en que el internado gigante daba permiso a sus becarios para disfrutar de unas cuantas horas más delante del televisor.
Por ello quizás se me hace imposible llegar al verano sin esa sensación de que algo especial va a ocurrir con mi televisor. No importa que fuera de la isla ya uno tenga acceso al menos a 50 canales en un paquete básico de cable, o que dentro ya se las hayan ingeniado para poner a funcionar cuatro o cinco estaciones, alguna que otra transmitiendo las 24 horas, no importa porque el recuerdo de la rivalidad entre La esclava Isaura por el seis y El árabe por el dos, siempre va a acompañarnos, como parte de las holganzas audiovisuales que nos ganábamos una vez al año en aquella beca que fue – y aún sigue siendo – el archipiélago cubano.
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6 comentarios:
Rodrigo, lo que más me gusta de su blog es la manera objetiva, sin fanatismos, conque recuerda la realidad cubana. Entre las cosas malas hubo también recuerdos hermosos. Yo recuerdo cosas agradables de aquellas programaciones de verano, y los estrenos, y las novelas colombianas por la tarde. Gracias por traernos esas cosas de vuelta, y por hacerlo sin excesos innecesarios.
Gracias por tu blog Rodrigo, me he pasado un buen rato leyéndote ininterrumpidamente. Yo también soy de Marianao, de frente al antiguo cine Cándido. Saludos desde el DF y mucha suerte!
Gracias a ambos por leer estos desvaríos cubiches. Jennifer, mis padres aún viven por allá cerca, detrás de Maternidad y más o menos entre el Lido y el Cándido, pero por supuesto que somos del barrio, muchos saludos desde Hermosillo.
Como olvidar aquellas tardes calientes de marianao mirando el TV con la puerta abierta para que entrara algo de brisa, o si te ponias dichoso tomarte tu jarra gigante de agua con azucar prieta sentado a menos de metro y medio de la pantalla de 21" y parecias disfrutar cualquier cosa que te pusieran en aquella pequena ventana. papi reparando por enesima vez la moto o cambiandole el color a la bicicleta china sentado en el portalito, y si nos poniamos dichosos luego de un mediodia ardiente nos sorprendia un olor indescriptible a la lluvia cuando moja el pavimento de la habana. Que mas da lo que pusieran, era un pedazo de verano que nos tocaba y por suerte aun guardamos recuerdos agradables incluyendo las caricaturas de cecilio aviles.
Escribi el anterior... gracias por el fuego
Ya sabía que eras tú, quién más, mi hermana, quién más conocería mejor mi ancestral teleadicción y mi fanatismo habanero por las jarras de cerámica llenas de agua con azúcar prieta. Gracias a ti por dejarme tu cariño y tu tolerancia a mis malacrianzas también en los comentarios de este blog.
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