El amigo Angel Ramis, conocido como el Cabo Pantera, solía decirme en alta voz, cada vez que nos cruzábamos por los pasillos de la televisión: “¡Fuiste tú quien descarriló al Expreso!”… Yo me reía como hacía siempre con sus chistes, y siempre, invariablemente, le contestaba: “No, Ramis, cuando sacaron al Expreso del aire yo llevaba un mes fuera del programa, no tuve nada que ver con aquello…”
Llegué a El Expreso un año y medio atrás, cuando el programa pasaba por un mal momento. La idea era excelente, un musical con forma de comedia, la llegada de un tren cargado de artistas a una estación con cabaret, bar y tienda de suvenires, pero que no acababa de cuajar en el gusto de la teleaudiencia y por ello Gloria Torres, la directora general, necesitando guiones consistentes y alguien que se encargara de conducir las escenas con actores, me llamó para servirle de ambas cosas. No existía plaza de director dramático en la redacción de musicales, y aunque ese fue mi crédito a partir de entonces, mi salario me lo arreglaron con el mínimo disponible para el obsoleto cargo de “director de posproducción”.
Corrimos con suerte. El formato de El Expreso fue enriqueciéndose con episodios mejor estructurados, con los comediantes del elenco fijo y otros invitados cada domingo, todos de gran popularidad, y por supuesto, nunca faltó lo mejor de la música nacional, grupos, orquestas y solistas que desbordaban la gruesa agenda de Gloria Torres. Con Jorge Martínez de conductor – en su papel de Jefe de Estación – seguido por Jardiel, los Robertos, Sajaris, Yoraisi… el programa cubrió, por un buen espacio de tiempo, la necesidad de humor televisivo, sobre todo en una época en la que ¿Jura decir la verdad? estaba de descanso y aún no comenzaba Punto G.
Trabajamos duro y transcurridos dos meses ya el programa había subido al número uno del rating en la División de Musicales, aunque justamente por pertenecer a esa redacción comenzaron a sobrevenir los problemas.
Los asesores de programas musicales, a diferencia de la redacción de dramatizados, funcionaban más como censores que como colaboradores artísticos. Siempre hubo excepciones, pero en general solían tener ciertos conocimientos de música cubana y mucha ignorancia en cuanto a todo lo demás, muy poco sentido de la dramaturgia y extrema candidez en lo referente a la cultura general. Ello facilitaba hacer chistes con doble lectura, bromas verdaderamente fuertes que les pasaban entre las piernas sin que se dieran cuenta, pero a veces nos sorprendían con inusitadas paranoias, hallando provocaciones políticas donde no las había ni remotamente.
El patético asesor de El Expreso dejaba pasar, por ejemplo, la sutil burla a Serrano, el oficialista locutor del Noticiero – referente a cierta noche en que maltrató en vivo al coordinador – pero podía retirar de la edición el tema “El Bodeguero”, sólo por su coro “toma chocolate, paga lo que debes”, en una época en la que al comandante en jefe le había dado por distribuir bolsas de chocolate en la cuota alimenticia y hablar a diario, obsesivamente, de las bondades del chocolatín.
Una discusión con el asesor, a comienzos del 2006, llenó la copa de tantas madrugadas sin dormir – los únicos turnos de edición disponibles, en una de las dos únicas computadoras del canal con el programa Avid para las ediciones digitales, eran de madrugada – saliendo del ICRT a las tres o cuatro de la mañana y sin transporte para volver a Marianao, luchando almendrones que a esa hora subían a 20 pesos el pasaje, así que una tarde aciaga en que pude haber tirado al asesor por la escalera que derrapa en la puerta de la calle M, conté hasta diez y me salí del show.
Al mes siguiente una noticia conmocionó al país, trascendiendo morbosamente al exterior: El Expreso había sido retirado del aire, a raíz de la boda en cámara de su presentador, Jorge Martínez, con una bailarina del Ballet de la Televisión. El programa fue atacado por el periódico Granma, acusado de transmitir valores burgueses en una celebración al estilo de las revistas del corazón, y por azares de la vida, fue precisamente aquel asesor paranoico quien terminó recibiendo los palos. El hombre fue sancionado y retirado de un show que, aún a pesar del reclamo popular y algunos programas más que llegaron a grabarse en balde, no volvió a salir más al aire, ni a llenar con música y chistes aquel espacio de los domingos en la noche.
(Continuará…)
Llegué a El Expreso un año y medio atrás, cuando el programa pasaba por un mal momento. La idea era excelente, un musical con forma de comedia, la llegada de un tren cargado de artistas a una estación con cabaret, bar y tienda de suvenires, pero que no acababa de cuajar en el gusto de la teleaudiencia y por ello Gloria Torres, la directora general, necesitando guiones consistentes y alguien que se encargara de conducir las escenas con actores, me llamó para servirle de ambas cosas. No existía plaza de director dramático en la redacción de musicales, y aunque ese fue mi crédito a partir de entonces, mi salario me lo arreglaron con el mínimo disponible para el obsoleto cargo de “director de posproducción”.
Corrimos con suerte. El formato de El Expreso fue enriqueciéndose con episodios mejor estructurados, con los comediantes del elenco fijo y otros invitados cada domingo, todos de gran popularidad, y por supuesto, nunca faltó lo mejor de la música nacional, grupos, orquestas y solistas que desbordaban la gruesa agenda de Gloria Torres. Con Jorge Martínez de conductor – en su papel de Jefe de Estación – seguido por Jardiel, los Robertos, Sajaris, Yoraisi… el programa cubrió, por un buen espacio de tiempo, la necesidad de humor televisivo, sobre todo en una época en la que ¿Jura decir la verdad? estaba de descanso y aún no comenzaba Punto G.
Trabajamos duro y transcurridos dos meses ya el programa había subido al número uno del rating en la División de Musicales, aunque justamente por pertenecer a esa redacción comenzaron a sobrevenir los problemas.
Los asesores de programas musicales, a diferencia de la redacción de dramatizados, funcionaban más como censores que como colaboradores artísticos. Siempre hubo excepciones, pero en general solían tener ciertos conocimientos de música cubana y mucha ignorancia en cuanto a todo lo demás, muy poco sentido de la dramaturgia y extrema candidez en lo referente a la cultura general. Ello facilitaba hacer chistes con doble lectura, bromas verdaderamente fuertes que les pasaban entre las piernas sin que se dieran cuenta, pero a veces nos sorprendían con inusitadas paranoias, hallando provocaciones políticas donde no las había ni remotamente.
El patético asesor de El Expreso dejaba pasar, por ejemplo, la sutil burla a Serrano, el oficialista locutor del Noticiero – referente a cierta noche en que maltrató en vivo al coordinador – pero podía retirar de la edición el tema “El Bodeguero”, sólo por su coro “toma chocolate, paga lo que debes”, en una época en la que al comandante en jefe le había dado por distribuir bolsas de chocolate en la cuota alimenticia y hablar a diario, obsesivamente, de las bondades del chocolatín.
Una discusión con el asesor, a comienzos del 2006, llenó la copa de tantas madrugadas sin dormir – los únicos turnos de edición disponibles, en una de las dos únicas computadoras del canal con el programa Avid para las ediciones digitales, eran de madrugada – saliendo del ICRT a las tres o cuatro de la mañana y sin transporte para volver a Marianao, luchando almendrones que a esa hora subían a 20 pesos el pasaje, así que una tarde aciaga en que pude haber tirado al asesor por la escalera que derrapa en la puerta de la calle M, conté hasta diez y me salí del show.
Al mes siguiente una noticia conmocionó al país, trascendiendo morbosamente al exterior: El Expreso había sido retirado del aire, a raíz de la boda en cámara de su presentador, Jorge Martínez, con una bailarina del Ballet de la Televisión. El programa fue atacado por el periódico Granma, acusado de transmitir valores burgueses en una celebración al estilo de las revistas del corazón, y por azares de la vida, fue precisamente aquel asesor paranoico quien terminó recibiendo los palos. El hombre fue sancionado y retirado de un show que, aún a pesar del reclamo popular y algunos programas más que llegaron a grabarse en balde, no volvió a salir más al aire, ni a llenar con música y chistes aquel espacio de los domingos en la noche.
(Continuará…)
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Durante una de las grabaciones en el Estudio 10, delante de la orquesta invitada, figuras como Haila Mompié, Tania de Bamboleo, Vanny, Raúl Lora y Anabel López, en uno de esos temas de muchas voces grabados para el programa y por alguna buena causa social.
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