lunes, agosto 31, 2009

Día Mundial del Apagón.

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Un correo con millones de reenvíos le está dando la vuelta al mundo. Escrito en español, inglés, chino, portugués, árabe, francés, griego, alemán, ruso y holandés, invita a todos a lo que se ha dado en llamar “oscuridad mundial”, o sea un apagón global voluntario que debe tener lugar el día 17 de septiembre desde las 21:50 a las 22:00 horas, para cada quien según su medida de tiempo local.

La convocatoria – la más reciente de otras que ya han tenido lugar – pide que, durante esos diez minutos, todos apaguemos luces y equipos eléctricos, con el noble fin de que el planeta “pueda respirar”, además de que esos breves instantes de ausencia masiva de consumo eléctrico servirán para lo que han catalogado como un “ahorro brutal” de energía.

Nobles ideas ecologistas, sin duda alguna. Aunque, como era de esperar, cuando abrí aquel mensaje, lo primero que me vino a la mente fue: ¿Cuántas de estas copias habrían ido a dar a Cuba, o a las manos de cualquier cubano de los tantos que andan por el mundo?... Y en consecuencia: ¿cómo reaccionaría un cubano medio ante la solicitud de un apagón voluntario?

Aún reconociendo el altruismo de la causa, un plan que, con sus escasos diez minutos de ahorro apenas va a compensar el mastodóntico gasto que por años han tenido las naciones electrificadas, conserva no obstante el mérito de apelar a la conciencia de la gente sobre la contaminación del planeta, no estoy seguro de que el llamado nos sirva igual a los cubanos que, mientras una buena parte del mundo civilizado derrochaba electricidad, vivíamos en medio de apagones constantes, nada voluntarios y perdurables en el tiempo según las caídas estrepitosas de la economía, la rotura repentina de alguna termoeléctrica o el eventual descenso en el abastecimiento de petróleo.

Leo el llamamiento y pienso que los cubanos hemos sobrecumplido con creces nuestra cuota de ahorro energético, indirectamente beneficiando a la naturaleza, y directamente afectando a nuestro buen humor, seguro de que cada uno de los promotores de la convocatoria, aún siendo probablemente buenas personas, han gastado combustible tanto como centenares de nosotros, que nunca sufrieron apagones de doce horas por doce horas en los más calurosos meses del verano tropical, y que por tanto, desconectar apenas diez minutos todos los equipos de casa les puede resultar un ejercicio gracioso, un pequeño desafío a la oscuridad que transcurrirá en un abrir y cerrar de ojos, para luego sentir la satisfacción de haber “hecho algo” por evitar el calentamiento global y la lluvia ácida.

El llamado anterior, conocido como La Hora de la Tierra y convocado por la ONG ecologista WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza, siglas en inglés), tuvo lugar el 28 de marzo de este año y consiguieron que, durante sesenta minutos y partiendo de Sidney, se apagaran sitios tan notorios como el Museo del Louvre, el Coliseo Romano o las Torres Petronas, muy orgullosos ellos por los mil quinientos edificios que quedaron a oscuras en la bahía de Hong Kong, mientras ya la nueva crisis energética cubana no dejaba más opción que desconectar barrios enteros en los siempre recurrentes “apagones programados”, oscureciendo empresas, fábricas y hasta frigoríficos por incumplir los apretados planes de ahorro.

A título personal, y aún siendo ecologista de corazón, ese día 17 de septiembre pienso encender por diez minutos todas las luces de mi domicilio, poner al unísono cada equipo eléctrico, incluyendo música, televisión, microondas, refrigeración y hasta la plancha, para ver si consigo sentirme un poco culpable por contaminar la atmósfera terrestre, luego de tantos años en la isla sin apenas poder hacerlo.

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Malasia, orgullosa de su apagón.

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3 comentarios:

Silvita dijo...

Yo te comprendo, aquello de los apagones deja su trauma. Trauma como el de las bicicletas asesinas, voladoras, fantasmas, en la noche oscura de Ayestarán.
A veces, bajo largas duchas de agua caliente, mi yo ecológico me dice: "afloja niña, deja agua pa tus nietos!" Y mi yo medio traumado, malcriado y contestón ripostra: "de eso nada, coño, bañate to lo que tu quieras que pa eso halaste jarrito y cubo todos los inviernos húmedos de tu vida en el caribe".
Y quien dice cubo dice cubos, cargados, llevados y traídos cuando la pipa no pasaba.
Así y todo me la paso apagando luces, cerrando pilas, reciclando pomos y latas, y lo siento como un verdadero lujo.
Se la ví! Jeje.
Saludos desde la islita donde te iré leyendo de a poco.
Silvita

Anónimo dijo...

Entonces te imaginas los tiempos que habrán vivido aquellos antes de descubrirse la electricidad, y aún asi vivieron y nos dejaron su legado. Yo he vivido por semanas sin luz, a punta de velas, privandome de muchas comodidades, pero no por eso dejé de vivr y se sonreir.

Rodrigo Kuang dijo...

También nos dejaron su legado los que criaban palomas mensajeras cuando no había correo, y los que copiaban libros a mano cuando no había imprenta. Civilizarse no es una vergüenza, es un derecho. Por ello quizás los cubanos, por habernos sido escamoteada una extensa gama de logros de la vieja revolución industrial, y por haber sufrido la oscuridad (no por semanas, sino por años), las velas, la escasez de agua, y más aún, la falta de transporte, la neuritis y el hambre, filosóficamente pensamos más como Voltaire que como Rousseau. Y jamás perdimos la capacidad de reír, que para algo somos cubanos aún a pesar de los interminables apagones. Si alguien nos ha imaginado amargados y con la capacidad de sonreír extraviada mientras recordamos la crisis en Cuba, es que no nos conoce en absoluto.