(…continuación)
Aún estando ya fuera del programa cuando aconteció el descarrilamiento de El Expreso a causa de la boda en pantalla de su presentador Jorge Martínez, me mantenía trabajando en la División de Dramatizados, al otro lado del pasillo en el sexto piso, y sin perder mi amistad con Gloria Torres, la directora general del show.
La propia noche en que salió al aire el programa, Gloria y yo hablamos por teléfono. Le confesé que me parecía bastante cursi la manera en que había sido manejado el tema, pero que de cualquier manera, algo de color fresa no estaba mal de vez en cuando para un espectador medio que en su vida cotidiana lo veía casi todo gris con pespuntes verdes.
Ya sabía, por ella y por mis otros buenos amigos del programa, los avatares que desembocaron en la consumación audiovisual de aquel matrimonio. El propio día de la grabación, una tarde cualquiera entre semana, todavía no tenían una locación segura para hacer la boda. Fue Edith Massola quien los puso en contacto, en el último minuto, con el Salón Rojo del Hotel Capri, y hacia allá fue la Unidad de Remoto, con sus tres cámaras y unas pocas luces de apoyo, sin gasto extra de combustible porque el Salón Rojo queda a escasas tres cuadras del ICRT y casi todos iban a pie, para improvisar escénicamente algo que habría de parecer una boda elegante. Ni siquiera había bebida para los invitados, sólo unas pocas botellas que los actores consiguieron para poder brindar, y el kake de cartón con algo de merengue fue prestado por alguien para resolver en el momento. Aquel “ostentoso” pastel de bodas no era más que un elemento de atrezzo, y la botellita de sidra un pequeño aporte del novio para mejorar la vistilla del himeneo.
Así salió al aire la boda de Jorgito Martínez, con problemas de iluminación a veces, pero con el salsero Paulito FG y el Ballet de la Televisión Cubana (del cual la novia era parte) en todo su esplendor, y un coro muy fino cantando el Ave María en un espacio habitualmente destinado al consumo en moneda dura. Fue un domingo como cualquier otro. A fin de cuentas la televisión ya había mostrado otras bodas, como cuando Alexis Valdés se casó en vivo con Jackeline Arenal, o había impulsado transmisiones festivas igualmente cursis como los cumpleaños de Elián González, sin que nadie se hubiese muerto por eso.
El lunes transcurrió sin el menor sobresalto, y sólo el martes se desató la tormenta, luego de que apareciese publicada la célebre crítica de Pedro de la Hoz en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. A correr liberales de Perico.
El artículo arremetía feroz en contra de aquello que el periodista había entendido como un remedo de la cultura miamense, de la nostalgia por los valores burgueses que tanto se habían distanciado ya de nuestra conciencia proletaria. Se criticaba con dureza que se presentase aquella boda en un lugar lujoso, inalcanzable para el ciudadano común, como si el Salón Rojo hubiese sido un invento de El Expreso y no la marca de una aberración económica con algunos privilegiados en moneda libremente convertible y millones de eternos resignados a la marginación.
Ningún espectador había protestado por el show, y no obstante a ello, esa noche salió una disculpa en el Noticiero Nacional de Televisión mintiendo sobre el origen de la molestia, garantizando la eventual delimitación de responsabilidades y el castigo ejemplarizante para los culpables. La dirección del ICRT había puesto a rodar un mecanismo que muchas otras veces había funcionado: usar a la supuesta opinión pública para divulgar juicios emitidos desde el poder. Sólo que esta vez, quizás por tratarse de un tema no político, el público optó por desmentir el embuste y reclamar la aceptación de su verdadero punto de vista.
Los teléfonos no dejaban de sonar en la televisión, y mucha gente repetía esta frase: “Yo quiero saber cuál fue ‘el pueblo’ que se indignó con El Expreso, porque yo no fui”… Jóvenes en grupos, a veces de uniforme escolar, pasaban cerca de las puertas del organismo y gritaban: “¡Que vuelva El Expreso!, y en mis propias manos tuve un mamotreto firmado por cientos de personas del municipio Cerro, nombrados a sí mismos “Comité de apoyo al Expreso”.
Creo que gracias a ello no hubo castigos importantes para el equipo de realización, si descontamos la vergonzante sanción laboral al asesor del programa. Aunque en el extranjero se habló de “cabezas que rodaron”, “posibles arrestos” e hipérboles por el estilo, en verdad el conflicto recibió tierra encima de manera bastante prematura. Incluso se grabaron unos cuatro programas más después de aquello, en los que participé sólo como guionista y ya con el saliente asesor a buena distancia, a petición de Gloria. Estos programas nunca llegaron a transmitirse.
Aún estando ya fuera del programa cuando aconteció el descarrilamiento de El Expreso a causa de la boda en pantalla de su presentador Jorge Martínez, me mantenía trabajando en la División de Dramatizados, al otro lado del pasillo en el sexto piso, y sin perder mi amistad con Gloria Torres, la directora general del show.
La propia noche en que salió al aire el programa, Gloria y yo hablamos por teléfono. Le confesé que me parecía bastante cursi la manera en que había sido manejado el tema, pero que de cualquier manera, algo de color fresa no estaba mal de vez en cuando para un espectador medio que en su vida cotidiana lo veía casi todo gris con pespuntes verdes.
Ya sabía, por ella y por mis otros buenos amigos del programa, los avatares que desembocaron en la consumación audiovisual de aquel matrimonio. El propio día de la grabación, una tarde cualquiera entre semana, todavía no tenían una locación segura para hacer la boda. Fue Edith Massola quien los puso en contacto, en el último minuto, con el Salón Rojo del Hotel Capri, y hacia allá fue la Unidad de Remoto, con sus tres cámaras y unas pocas luces de apoyo, sin gasto extra de combustible porque el Salón Rojo queda a escasas tres cuadras del ICRT y casi todos iban a pie, para improvisar escénicamente algo que habría de parecer una boda elegante. Ni siquiera había bebida para los invitados, sólo unas pocas botellas que los actores consiguieron para poder brindar, y el kake de cartón con algo de merengue fue prestado por alguien para resolver en el momento. Aquel “ostentoso” pastel de bodas no era más que un elemento de atrezzo, y la botellita de sidra un pequeño aporte del novio para mejorar la vistilla del himeneo.
Así salió al aire la boda de Jorgito Martínez, con problemas de iluminación a veces, pero con el salsero Paulito FG y el Ballet de la Televisión Cubana (del cual la novia era parte) en todo su esplendor, y un coro muy fino cantando el Ave María en un espacio habitualmente destinado al consumo en moneda dura. Fue un domingo como cualquier otro. A fin de cuentas la televisión ya había mostrado otras bodas, como cuando Alexis Valdés se casó en vivo con Jackeline Arenal, o había impulsado transmisiones festivas igualmente cursis como los cumpleaños de Elián González, sin que nadie se hubiese muerto por eso.
El lunes transcurrió sin el menor sobresalto, y sólo el martes se desató la tormenta, luego de que apareciese publicada la célebre crítica de Pedro de la Hoz en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. A correr liberales de Perico.
El artículo arremetía feroz en contra de aquello que el periodista había entendido como un remedo de la cultura miamense, de la nostalgia por los valores burgueses que tanto se habían distanciado ya de nuestra conciencia proletaria. Se criticaba con dureza que se presentase aquella boda en un lugar lujoso, inalcanzable para el ciudadano común, como si el Salón Rojo hubiese sido un invento de El Expreso y no la marca de una aberración económica con algunos privilegiados en moneda libremente convertible y millones de eternos resignados a la marginación.
Ningún espectador había protestado por el show, y no obstante a ello, esa noche salió una disculpa en el Noticiero Nacional de Televisión mintiendo sobre el origen de la molestia, garantizando la eventual delimitación de responsabilidades y el castigo ejemplarizante para los culpables. La dirección del ICRT había puesto a rodar un mecanismo que muchas otras veces había funcionado: usar a la supuesta opinión pública para divulgar juicios emitidos desde el poder. Sólo que esta vez, quizás por tratarse de un tema no político, el público optó por desmentir el embuste y reclamar la aceptación de su verdadero punto de vista.
Los teléfonos no dejaban de sonar en la televisión, y mucha gente repetía esta frase: “Yo quiero saber cuál fue ‘el pueblo’ que se indignó con El Expreso, porque yo no fui”… Jóvenes en grupos, a veces de uniforme escolar, pasaban cerca de las puertas del organismo y gritaban: “¡Que vuelva El Expreso!, y en mis propias manos tuve un mamotreto firmado por cientos de personas del municipio Cerro, nombrados a sí mismos “Comité de apoyo al Expreso”.
Creo que gracias a ello no hubo castigos importantes para el equipo de realización, si descontamos la vergonzante sanción laboral al asesor del programa. Aunque en el extranjero se habló de “cabezas que rodaron”, “posibles arrestos” e hipérboles por el estilo, en verdad el conflicto recibió tierra encima de manera bastante prematura. Incluso se grabaron unos cuatro programas más después de aquello, en los que participé sólo como guionista y ya con el saliente asesor a buena distancia, a petición de Gloria. Estos programas nunca llegaron a transmitirse.
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Gloria Torres, deslindándose de riesgos innecesarios, dirigía meses después La Noche Favorita, en el mismo horario, sacando partido a su formación musicológica y manteniendo a Los Robertos en una sección muy popular de sólo cinco minutos.
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Material compactado de dos programas del canal 41, de La Florida, tratando el tema de la censura de El Expreso, en el 2006. Pasadito de sensacionalista pero reflejando el impacto del fenómeno en aquel momento.
Así se vende el programa pirateado, por Internet.
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5 comentarios:
Pedro de la Hoz....waaaaaa, que asco. Y ese ser vive aún
Pues para mi que toda esa gente estaba presa todavia, que bueno saber esas cosas por alguien que las tuvo cerca, que es verdad que se hizo mucho aspaviento con eso en las noticias.
Rodrigo , tengo algo que te dedique con todo el cariño de aquellos años " no muy lejanos" en que eramos niños, espero que lo disfrutes . Viva Marianao.
Gracias, Ángel. Muy buena tu entrada de la chivichana en Marianao, hermano, sobre todo en una época en que ya la única referencia que tenía de chivichana era Ulises Toirac. Viva Marianao, claro que sí.
nioooo el mio trementa talla y a mi que me digeron que aquel programa esplotó por una boda gay
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