miércoles, mayo 06, 2009

De cámaras fotográficas, internet y caminos en círculo.

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1990

El negro, como le decían en el barrio, ya era fotógrafo a comienzos de los noventa. Aunque había estado en Italia, medio enredado con una rubia muy flaca y había conseguido poner una exposición de fotos en una sociedad de amistad con Cuba - con vistas de solares y sincretismo de La Habana Vieja -, no había podido reunir suficiente dinero para comprarse la cámara fotográfica de sus sueños. Le tenía echado el ojo a una Nikon de la diplotienda, pero en el año noventa tener dólares encima era lo mismo que pasearse por la antesala de la prisión, sin contar conque sólo se podía pagar en la caja de la diplo demostrando la condición de extranjero mediante la presentación del pasaporte.

El negro aprovechó que un conocido italiano - un solidario músico que en Italia lo había hospedado sin cobrarle un centavo - iba a pasar un curso de percusión en La Habana, y le puso el contacto a Mayito para que lo alquilara en su casa de Miramar. Mayito tenía que darle la mitad de lo que ganara, a tenor del afortunado enlace, y ambos saldrían contentos del negocio. Mayito resolvería para comer en medio de la crisis, y el negro para comprar su cámara fotográfica y mejorar sus fotos sobre la pobreza habanera.

Ya instalado el italiano en la casa de la calle 26, el fotógrafo le pidió que le hiciera la compra en la diplotienda, y el buen señor lo complació, incluso desconociendo que los billetes habían salido de su propio bolsillo. El negro tuvo su cámara y todo el mundo feliz.

2009

Ya nadie va a la cárcel en Cuba por tener dólares en el bolsillo, y técnicamente es posible ir a cualquier tienda a comprar una cámara fotográfica. El negro todavía gusta de usar aquella Nikon de vez en cuando, aunque ahora ya tiene una cámara digital Olympus E-500 que le regalaron en Italia el año pasado. Sigue montando exposiciones en las sociedades de amistad con Cuba, sigue llevando imágenes de solares, pobreza y sincretismo albañal, pero ahora tiene problemas para comunicarse con una página de internet en la que se venden sus obras desde un portal florentino.

Mayito ya no vive en Miramar sino en Hialeah, así que el negro acude a otro vecino, Jesús, que tiene un almendrón y puede pasear por la ciudad a su amiga italiana, una diseñadora napolitana que, a punto de llegar, sueña con retratarse delante de la imagen del Che en la Plaza de la Revolución. Jesús le cobra veinte pesos convertibles por cada uno de los siete días de paseo, de los cuales cinco son para el negro, quien también los acompaña, se deja invitar a comer y a beber, y al mismo tiempo guarda efectivo para su tarjeta de internet en un hotel habanero.

Pero el negro acaba de enterarse que ya los cubanos no pueden adquirir tarjetas para ingresar a Internet en los hoteles, así que pide a la amiga italiana que lo acompañe al Meliá Cohiba y, mediante la presentación de su pasaporte italiano, compre aquella tarjeta con la que puede mirar si hay interesados por su obra en la web extranjera. Ella, sin saber que el dinero que le extiende salió de su propia cartera, accede gustosa y luego de pasar por la Plaza de la Revolución, donde otros muchos turistas ya se sacaban fotos delante de la reproducción gigante de la imagen histórica de Korda, luego de dejarse inmortalizar también por la cámara del negro, lo llevó en el almendrón al hotel para conseguir la tarjeta y que el cubano pudiera entrar por fin a Internet.

El negro supo que había vendido la foto de un babalawo al gerente de un restaurante danés, revisó su G-mail, su Facebook y aceptó una vez más la invitación para almorzar en una paladar de Centro Habana. Y todo el mundo feliz.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy cierto, todo lo que tiene que ver con Cuba es una historia que se repite. Me ha gustado mucho este blog, y la foto de la turista delante del Che me ha ocasionado una tremenda tristeza. Es una realidad que en los sesenta jamás imaginamos.
Saludos desde Buenos Aires.
Rafa

Anónimo dijo...

Muy bonito y pone de manifiesto las iniciativas de los cubanos a luchar y no dejarse caer por mucha represión y falta de comunicación que tengan, me izo recordar mis días en cuba, esos días que nunca olvida un cubano que sale y vive en otro país esa alegría melancólica de tus buches de ron con amigos en cualquier acera habanera
fumándote un popular…

Anónimo dijo...

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