miércoles, enero 05, 2011

Enero de victorias.

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No todos los países del mundo reciben el nuevo año con una ola escalofriante de despidos. Ese es un mérito, una conquista de nuestra revolución socialista, que luego de 52 años de lucha por la igualdad, hayamos llegado a ser – parafraseando a Orwell – unos “más iguales” que otros, y como en los más duros tiempos del neoliberalismo, haya comenzado ya en la isla un proceso que dejará cesantes al 25% de la fuerza laboral.

Y como que en nuestra patria “el mundo al revés” no solamente sobrevive en esa rara pirámide invertida en la que un neurocirujano recibe menos retribución que un taxista, sino también en la reglas sociales del mundo civilizado, es justamente el sindicato nacional de los trabajadores quien se encarga de convencer a sus supuestos protegidos sobre las “necesidades del momento histórico”, que la revolución necesita que abandonen sus puestos de trabajo y salgan a resolver, como puedan, en el nuevo orden universal de la gestión “por cuenta propia”.

Los gobernantes permanecen ciegos, por voluntad o incapacidad – una dicotomía que, por demás, lleva medio siglo sin resolverse – ante un contexto que no sólo va a dejar a millón y medio de trabajadores y funcionarios sin su mermada entrada mensual, sino que los privará de sus fuentes habituales de “búsqueda”, o sea, de robo tolerado y trapicheo de supervivencia. El almacenero “interrupto” ahora ya no podrá sustraer aceite para vender a 25 pesos la libra, y tendrá que adaptarse a un mundo de improvisación privada donde carecerá de protección y entrenamiento previo.

Por ello el momento preciso de los despidos se ha vuelto una batalla campal entre viejos compañeros de trabajo. La chivatería se instala como defensa inevitable y los manejos turbios de las comisiones de limpieza vuelven a mostrar la esencia corrupta de un estado en la más triste miseria material y moral. La llamada “idoneidad” es también comprable, sobornable, y permanecer en el preciado puesto de un centro turístico está llegando a rondar – por lo bajito – los mil dólares.

La involución del socialismo en la isla está transitando el camino más árido y retorcido: se acepta la ineficacia del entramado socioeconómico, pero no se regresa del todo al único sistema que, con sus proverbiales defectos, funciona en la era moderna. Más bien se disfraza al viejo esquema soviético con reformas cobardes, con arreglos mediocres que, seguramente, van a traer más problemas que soluciones. El terror a abandonar el poder sigue pisoteando a la razón, la persistencia de una ideología con tufo a naftalina sigue siendo más prioritaria para el gobierno que la salvación nacional.

Muchos de nosotros llevamos ya unos cuantos eneros lejos del triunfalismo mediático, apartados de los discursos de fin de año – festejo siempre coincidente con el aniversario de la revolución – de las arengas que siempre acusan al imperialismo de todos los males y aseguran que el país saldrá adelante con la unidad de los cubanos y la confianza del pueblo en su partido. Este enero de victorias, tristemente iniciado con los despidos masivos, parece ser un enero diferente, un enero sin posibilidades de inyectar falsas esperanzas, un enero de incertidumbre, miedo y decepción.

Paradójicamente, la esperanza de la mayoría radica en la propia crisis de este diabólico mecanismo político. La involución del triunfalismo habrá de conducir, ahora sí, al desmembramiento estatal, a la creciente falta de credibilidad, al hastío definitivo de las consignas y, eventualmente, a los verdaderos cambios.

Un mejor país, más tarde o más temprano.

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Foto del autor: In-defensa (2007). Ruta 222 en la parada de 23 y L.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuánta razón tienes! Tenchy