
Para quienes crecimos en un país donde no existe prensa alternativa, donde la oposición – si es que hubiese algo que, en rigor, pudiera llamarse así – jamás accede a los medios masivos de comunicación, un país donde todo lo que sale a la luz pública se filtra previamente por un embudo muy estrecho, para quienes vivimos tantos años en la información monocorde y manipulada de los noticieros, el cierre de Radio Caracas TV Internacional no nos asombra tanto como al resto de los mortales.
Hugo Chávez, discípulo avanzado de nuestro dictadorzuelo mayor, ha cumplido muy bien con la tarea para la casa que le dejase su profe. La vasta experiencia fidelista bien le supo transmitir que no es posible mantener el control político por mucho tiempo si antes no se toman algunas providencias, algo extremas pero necesarias, vaya, un par de cosillas como eliminar la libertad de expresión y expropiar la mayor cantidad posible de riquezas, mayorazgos e instituciones.
Tampoco nos resulta ajena la división de la población, el engendro fabricado a partes iguales por la violencia y la intolerancia, que compromete a los ciegos seguidores del caudillo a ejercer el papel de “imagen popular” para la prensa extranjera, además de cortina de humo para el verdadero ejercicio de la represión paramilitar. En Cuba las hordas de la UJC y las Brigadas de respuesta rápida, cuando se produce alguna escaramuza de protesta, gritan cosas como “¡Esta calle es de Fidel!”, o “¡Pin pon fuera, abajo la gusanera!”, mientras en Venezuela los seguidores de Chávez gritan a los estudiantes “¡Se lo decimos, se lo decimos, al comandante no lo tumban los sifrinos!”… Luego de 50 años todavía nuestros talibanes gustan de llamar “gusanos” a los que piensan distinto, mientras que en Caracas se les dice “sifrinos”, muy peyorativamente, a los que en apariencia pertenecen a clases acomodadas y no comulgan con el caos populachero del régimen.
En La Habana mandan a gendarmes de civil para contrarrestar con violencia los brotes de protesta, mientras que en Venezuela mezclan a provocadores asalariados con los manifestantes pacíficos para que lancen piedras, ensucien la imagen de la oposición y de paso causen alguna que otra muerte conveniente para achacar a los antichavistas, y acusarlos de criminales y desestabilizadores de la paz.
El cierre de RCTV Internacional, junto con otros canales de cable que ya estaban molestando demasiado a la dictadura, es apenas el comienzo de un período de instrucción castrista que, a no dudar, puede llegar en pocos años a un diplomado con honores que habrá de incluir nuevos cambios en el sistema electoral, liquidación de los partidos opositores, centralización hegemónica de la economía, las instituciones y los medios de producción a favor de papá estado, una reducción mayor de la libertad de expresión, filtración de páginas de internet, y de seguro, también arreglos a la constitución que garanticen una condena de muchos años, por alta traición a la patria, a quienes se atrevan a opinar en contra de las reglas del juego.
Encima de todo eso, el dictador de la supuesta izquierda siempre terminará apareciendo, ante los ojos de millones de incautos en todo el mundo, como el santo patrono de la lucha antimperialista, como el mesías de la clase obrera que lleva la justicia a los desposeídos en medio de la canallesca desinformación del enemigo burgués. Sus órdenes reaccionarias siempre serán vendidas como medidas inevitables para salvaguardar la paz y las conquistas revolucionarias.
Todo eso, hermanos venezolanos, para Cuba ha sido el pan nuestro de cada día durante medio siglo. Ustedes, Dios mediante, todavía están a tiempo de no terminar como la mayoría nosotros, confinados a vivir en un país en ruinas, o bien desperdigados por esos mundos como parias sin nación.
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Hugo Chávez, discípulo avanzado de nuestro dictadorzuelo mayor, ha cumplido muy bien con la tarea para la casa que le dejase su profe. La vasta experiencia fidelista bien le supo transmitir que no es posible mantener el control político por mucho tiempo si antes no se toman algunas providencias, algo extremas pero necesarias, vaya, un par de cosillas como eliminar la libertad de expresión y expropiar la mayor cantidad posible de riquezas, mayorazgos e instituciones.
Tampoco nos resulta ajena la división de la población, el engendro fabricado a partes iguales por la violencia y la intolerancia, que compromete a los ciegos seguidores del caudillo a ejercer el papel de “imagen popular” para la prensa extranjera, además de cortina de humo para el verdadero ejercicio de la represión paramilitar. En Cuba las hordas de la UJC y las Brigadas de respuesta rápida, cuando se produce alguna escaramuza de protesta, gritan cosas como “¡Esta calle es de Fidel!”, o “¡Pin pon fuera, abajo la gusanera!”, mientras en Venezuela los seguidores de Chávez gritan a los estudiantes “¡Se lo decimos, se lo decimos, al comandante no lo tumban los sifrinos!”… Luego de 50 años todavía nuestros talibanes gustan de llamar “gusanos” a los que piensan distinto, mientras que en Caracas se les dice “sifrinos”, muy peyorativamente, a los que en apariencia pertenecen a clases acomodadas y no comulgan con el caos populachero del régimen.
En La Habana mandan a gendarmes de civil para contrarrestar con violencia los brotes de protesta, mientras que en Venezuela mezclan a provocadores asalariados con los manifestantes pacíficos para que lancen piedras, ensucien la imagen de la oposición y de paso causen alguna que otra muerte conveniente para achacar a los antichavistas, y acusarlos de criminales y desestabilizadores de la paz.
El cierre de RCTV Internacional, junto con otros canales de cable que ya estaban molestando demasiado a la dictadura, es apenas el comienzo de un período de instrucción castrista que, a no dudar, puede llegar en pocos años a un diplomado con honores que habrá de incluir nuevos cambios en el sistema electoral, liquidación de los partidos opositores, centralización hegemónica de la economía, las instituciones y los medios de producción a favor de papá estado, una reducción mayor de la libertad de expresión, filtración de páginas de internet, y de seguro, también arreglos a la constitución que garanticen una condena de muchos años, por alta traición a la patria, a quienes se atrevan a opinar en contra de las reglas del juego.
Encima de todo eso, el dictador de la supuesta izquierda siempre terminará apareciendo, ante los ojos de millones de incautos en todo el mundo, como el santo patrono de la lucha antimperialista, como el mesías de la clase obrera que lleva la justicia a los desposeídos en medio de la canallesca desinformación del enemigo burgués. Sus órdenes reaccionarias siempre serán vendidas como medidas inevitables para salvaguardar la paz y las conquistas revolucionarias.
Todo eso, hermanos venezolanos, para Cuba ha sido el pan nuestro de cada día durante medio siglo. Ustedes, Dios mediante, todavía están a tiempo de no terminar como la mayoría nosotros, confinados a vivir en un país en ruinas, o bien desperdigados por esos mundos como parias sin nación.
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