
Por fin me cayó en las manos el disco L-O-V-E que Issac Delgado, el más buena onda de todos los salseros cubanos, dedicara a aquel ícono de la música romántica que fue Nat King Cole. Tal y como lo presentó en Madrid, en abril de este año, acompañado por Freddy Cole, hermano menor del cantante y por su cuenta un reconocido jazzista, el cual en un par de temas (Perhaps, perhaps, perhaps y Aquellos ojos verdes), parece revivir de entre los muertos a la peculiar voz de su hermano. El disco hizo un viaje larguísimo desde Alemania, pasando por Canadá y aterrizar por fin en México, este país que, junto a Cuba y Brasil, sirviese para que el King grabase sus discos originales en español, hace ya medio siglo.
Issac, desaparecido de la radio y la televisión en la isla después de que emigrase, como si su esmerada obra fuese plaga para el oído del cubano, llegó a ser nominado en el 2009 para el Grammy Latino, con el disco Así soy, y aunque la academia prefirió entonces premiar a una propuesta menor, marcadamente light como la de Luis Enrique, no cabe duda de que “el chévere de la salsa” sigue siendo un músico inquieto, creativo y al mismo tiempo un artista respetuoso de las tradiciones.
Aunque el primer Issac que recuerdo es un chamaco de mi barrio, hermano de Daría, mi compañera de aula desde pre-escolar hasta noveno, un mulatico más de Marianao con el que jugábamos pelota en las cuatro esquinas, tampoco dejo de recordar el ambiente artístico de su casa, con las llegadas de Ela Calvo, la célebre bolerista que era acompañada en la guitarra por otro hermano mayor. No sabía entonces que aquella buena señora que lo llamaba a comer con el grito pelado de “¡Issacitooo!”, era una de las más importantes actrices del Teatro Musical de La Habana, y una ex Mulata de Fuego de Tropicana en los años cincuenta. La casa de doña Lina Ramírez estaba a pocos metros de nuestra secundaria y era, a todas luces, un sitio diferente, bohemio, frecuentado por celebridades.
Parece ser que allí escuchaba Isaac, desde chiquito, aquellos discos de Nat King Cole (Cole Español, A mis amigos, y More Cole Español), de cuando el intérprete norteamericano anduvo contratado por el propio Tropicana, aquel cabaret en el cual había sido estrella la mamá del futuro salsero, ese que al cabo de los años por fin pudo armar su postergado homenaje, con todo y la colaboración de Freddy Cole. La aparición y apoyo del director de cine español Fernando Trueba, pudo haber sido definitoria para la consumación del sueño, aunque supongo que más tarde o más temprano igual lo habría llevado a la realidad. Issac es de esos músicos que, además de gozar de popularidad y talento, tienen también a su favor el buen ejercicio de la humildad y la dedicación.
L-O-V-E, su disco más reciente, es una prueba viva de su perseverancia y buen gusto. Una recopilación de temas que nadan con soltura entre blues, bolero y otros ritmos cubanos, y que además de ser un homenaje al ídolo, también resultan un tranquilo refrigerio para tardes calurosas, un toque de cubanía posmoderna, de lo mejor de aquellos años cincuenta colado en la nostalgia del siglo XXI.
Issacito, aún desterrado por la política cultural de su país, sigue siendo, de alguna manera, aquel buen chico marianense que no olvida los múltiples ingredientes que lo convirtieron en el artista maduro y respetado que es hoy.
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La versión de Quizás, quizás, quizás...
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