Quedé extasiado cuando vi el letrero. A ninguno de mis compañeros – todos pedagogos mexicanos en un evento rutinario – les impactó como a mí. Acostumbrados a decir en voz alta lo que piensan, aquel nombre, que alguien dio a uno de los salones del centro de estudios del diario El Imparcial, no les causó más sorpresa que la acción del cubano raro tomándole fotos al cartel con la camarita del celular.
“Aula Libertad de Expresión”. El rótulo cubre la entrada a uno de los espacios del rotativo, y no pude dejar de establecer el paralelismo. En cualquier parte de mi tierra – no ya soñar con la sede de alguno de aquellos boletines del partido comunista que cumplen la función de periódicos –, en cualquier parte del territorio nacional un cartel como este sería tomado como un llamado subversivo, como una agresión del enemigo a los principios revolucionarios. Así de simple fluctúa la mecánica contrastada de las reglas fidelistas: la declaración universal de los derechos humanos se volvió literatura terrorista, discrepar es traicionar a la patria y reclamar la reanimación económica es anexionismo.
Llegué a casa, y mientras descargaba aquella imagen del lema redentor, el correo me ponía sobre aviso acerca del mensaje en Facebook de una vieja amiga que aún trabaja en la televisión cubana. Esa ex colega del ICRT, de cuyo nombre es menester no acordarme, me decía que la censura había vuelto a apoderarse del organismo, que todas las señales apuntaban a “un nuevo quinquenio gris, y estoy siendo eufemística”, me subrayaba después de asegurar, transcribiendo con precisión el acento habanero, que “la cosa está feaaaaa”…
Suponiendo que la opinión pública internacional siga creyendo que se avecinan reformas raulistas, cambios importantes que reanimarán la vida y el bolsillo del cubano medio, este mensaje de mi amiga – creadora de gran talento en cuya honestidad confío plenamente – me habla entre líneas de una nueva ofensiva contra la libertad de expresión, de una censura que toma nuevos bríos para controlar más y mejor a cualquier espacio de libre pensamiento. Lo curioso del asunto es que, en la consabida reversión de los valores fidelistas, para muchos esto no será más que una necesaria arremetida en contra de la influencia imperialista y la injusta guerra mediática diseñada para difamar a la noble revolución cubana.
O lo que es lo mismo, al decir de Pichi de Benedictis en aquel tema que cantaba Juan Carlos Baglietto: “La censura no existe, mi amor, la censura no existe / la censura no existe mi / la censura no existe / la censura no / la censura / la… / l…”
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1 comentario:
muy bueno, muy buena reflexión (sin ofensa) muy buen acercamiento a lo que para el cubano significa la libertad de expresión, un ideal que nos robaron.
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