
Tengo un vago recuerdo de Yoani en La Habana. La clásica relación del amigo de un amigo del primo de un conocido, y apenas ubico a la silenciosa esposa de Macho Rico, apodo discordante del señor que frecuentaba la casa de un compañero del grupo, un apartamento de bloques casi contiguo la iglesia de Loma y 39, en Nuevo Vedado, sede de Teatro Buendía, y donde a menudo pasábamos ratos largos conversando sobre cualquier cosa. No puedo atestiguar que Macho Rico, alias Reinaldo Escobar, fuese por entonces periodista independiente y contestatario, quizás porque ya a fines de los noventa uno podía conversar con cualquier conocido, despotricar del gobierno en privado, sin que eso necesariamente significase conspiración o disidencia militante. A fines de los noventa ya casi todos en Cuba hablaban mal del gobierno.
A la otra Yoani, la figura internacional, la conocí por Internet, ya fuera de Cuba, y casi de inmediato entendí que estaba siendo testigo de uno de los más contradictorios y publicitados fenómenos de la cultura y la política cubana actual.
Entre todos los rebeldes del régimen, a lo largo de estos cincuenta años, nadie como ella ha captado la atención, la aceptación y el apoyo de la opinión pública mundial. Nadie como ella ha sorteado el gardeo de la seguridad con tanta buena fortuna, ni nadie ha salido tan vivo y en libertad de sus batallas personales. Su imagen delgaducha se volvió símbolo de la resistencia intelectual cubana, y quizás por ello, o por los miles de impactos diarios en su blog Generación Y, sus imperfecciones tienden a resaltar casi tanto como sus aciertos.
Citando a Umberto Eco, la blogósfera cubana en particular – ese movimiento amorfo, espontáneo y acéfalo que desde miles de divergencias pretende hacer prevalecer la verdad sobre la isla –, y en general la opinión de los cubanos que frecuentan la red en busca de comunicación allén de los mares, tienen sus apocalípticos e integrados ante la figura de Yoani Sánchez, con alineados en fila cerrada junto a la bloggera del premio Ortega y Gasset, y detractores a ultranza de la diva, la prima donna del internet clandestino nacional. Al parecer no abunda el término medio: o defiendes a la bloggera, o la choteas.
Razones del apocalipsis.
¿Qué se le recrimina?
Para empezar, Yoani no parece muy dispuesta a dar crédito al resto de la disidencia interior. No suele mencionar a los que se manifiestan en otras partes del país, a los que plantan ayunos, aunque en rigor tampoco aquellos gustan de reconocerla a ella. Cuando Ángel Santiesteban escribió una entrada hablando de la golpiza propinada a la bloggera por la seguridad, solidarizándose, no pocos notaron que ella había pasado por alto el ataque violento que el propio Ángel había sufrido meses atrás.
Una buena parte de las suspicacias que despierta su comportamiento se basan en lo que parecen ser golpes de efecto publicitarios, casi novelescos, como disfrazarse para entrar subrepticiamente a un evento, o insistir en el uso de cámaras ocultas para denunciar situaciones con espíritu de agente especial, o la inconsistencia de relatos de pateaduras con la total ausencia de marcas visibles. Tampoco escapan los recelos acerca del éxito comercial que significa la buena venta de textos infidentes al mejor postor. Ni siquiera valoran mucho los premios, que habrían sido otorgados, según esta interpretación, más por la coyuntura política que por el valor real de la obra.
En general sus detractores agregan a la poco exigente redacción y tendencia a hiperbolizar acontecimientos, el apoyar mucho a un esnobista metatrancoso como Orlando Luis Pardo (conocido por el lanzamiento alternativo de un libro en la feria del año pasado y por haber orinado la bandera) y menos a un escritor consistente como Ángel Santiesteban o su más cercana rival en el rating del ciberespacio, la menuda, temerosa y aparentemente sin ambiciones de liderazgo, Claudia Cadelo. Acaso más que nada, le achacan una egoísta sed de protagonismo que desdice buena parte de las nobles intenciones que caracterizan a un humilde blogger vigilado y presionado constantemente por el sistema.
Razones de la integración.
¿Qué le celebran?
En primer lugar, los premios que prestigiosas instituciones le han extendido, y la celebración también se vuelve solidaridad cada vez que las autoridades le niegan el permiso para viajar. Los seguidores no encuentran efectistas sus aventuras, por el contrario, hallan interesante y valiente cada escaramuza, siempre acordes con una época en que la publicidad lo decide casi todo. Le conceden el mérito de convocar a bloggeros incipientes y adiestrarlos en los trucos con que romper el cerco cibernético del gobierno, o de haber conseguido que Obama le respondiese un cuestionario sobre asuntos de Cuba y la Casa Blanca, ganando con ello el aprecio personal y elogios del actual presidente norteamericano.
Le agradecen también la intención de permanecer en la isla, al pie del cañón – aún en el caso de que le permitiesen cruzar las puertas de la aduana para ir por un trofeo y regresar –, el seguimiento diario a la crisis sociopolítica cubana con sobrios argumentos, y no pocos han imaginado que, una vez derrocada la dictadura, Yoani pudiera servir, si no para presidenta, al menos para ministra de cultura.
Ni apocalípticos ni integrados.
Aún cuando luzca como el viejo chiste de “ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario”, la postura de prudente suspicacia (ofreciendo como garantía el beneficio de la duda) parece ser saludable a la hora de emitir valoraciones cuando de una figura como esta se trata, un ícono latente y todavía en evolución para bien, mal o regular. La historia aún no concluye, las personas suelen ser tan imperfectas como consecuentes, en ocasiones pueden mutar de un lado a otro del espectro, o ser ambas cosas en un mismo día y lugar. Ese es el precio de sostenerse por tanto rato frente a la mirilla de la opinión internacional: los bordes menos complacientes salen a la luz con más facilidad que los de quienes operan con perfil bajo.
En cualquier caso, el tiempo siempre se encarga de las reivindicaciones o del despojo de máscaras. Si Yoani Sánchez es una luchadora honesta, o si por el contrario es una oportunista de ego malcriado, o si es, ¿por qué no?, ambas cosas a la misma vez, eso lo sabremos en su momento, cuando le toque ocupar en la historia de Cuba el lugar que se haya ganado por derecho propio.
A la otra Yoani, la figura internacional, la conocí por Internet, ya fuera de Cuba, y casi de inmediato entendí que estaba siendo testigo de uno de los más contradictorios y publicitados fenómenos de la cultura y la política cubana actual.
Entre todos los rebeldes del régimen, a lo largo de estos cincuenta años, nadie como ella ha captado la atención, la aceptación y el apoyo de la opinión pública mundial. Nadie como ella ha sorteado el gardeo de la seguridad con tanta buena fortuna, ni nadie ha salido tan vivo y en libertad de sus batallas personales. Su imagen delgaducha se volvió símbolo de la resistencia intelectual cubana, y quizás por ello, o por los miles de impactos diarios en su blog Generación Y, sus imperfecciones tienden a resaltar casi tanto como sus aciertos.
Citando a Umberto Eco, la blogósfera cubana en particular – ese movimiento amorfo, espontáneo y acéfalo que desde miles de divergencias pretende hacer prevalecer la verdad sobre la isla –, y en general la opinión de los cubanos que frecuentan la red en busca de comunicación allén de los mares, tienen sus apocalípticos e integrados ante la figura de Yoani Sánchez, con alineados en fila cerrada junto a la bloggera del premio Ortega y Gasset, y detractores a ultranza de la diva, la prima donna del internet clandestino nacional. Al parecer no abunda el término medio: o defiendes a la bloggera, o la choteas.
Razones del apocalipsis.
¿Qué se le recrimina?
Para empezar, Yoani no parece muy dispuesta a dar crédito al resto de la disidencia interior. No suele mencionar a los que se manifiestan en otras partes del país, a los que plantan ayunos, aunque en rigor tampoco aquellos gustan de reconocerla a ella. Cuando Ángel Santiesteban escribió una entrada hablando de la golpiza propinada a la bloggera por la seguridad, solidarizándose, no pocos notaron que ella había pasado por alto el ataque violento que el propio Ángel había sufrido meses atrás.
Una buena parte de las suspicacias que despierta su comportamiento se basan en lo que parecen ser golpes de efecto publicitarios, casi novelescos, como disfrazarse para entrar subrepticiamente a un evento, o insistir en el uso de cámaras ocultas para denunciar situaciones con espíritu de agente especial, o la inconsistencia de relatos de pateaduras con la total ausencia de marcas visibles. Tampoco escapan los recelos acerca del éxito comercial que significa la buena venta de textos infidentes al mejor postor. Ni siquiera valoran mucho los premios, que habrían sido otorgados, según esta interpretación, más por la coyuntura política que por el valor real de la obra.
En general sus detractores agregan a la poco exigente redacción y tendencia a hiperbolizar acontecimientos, el apoyar mucho a un esnobista metatrancoso como Orlando Luis Pardo (conocido por el lanzamiento alternativo de un libro en la feria del año pasado y por haber orinado la bandera) y menos a un escritor consistente como Ángel Santiesteban o su más cercana rival en el rating del ciberespacio, la menuda, temerosa y aparentemente sin ambiciones de liderazgo, Claudia Cadelo. Acaso más que nada, le achacan una egoísta sed de protagonismo que desdice buena parte de las nobles intenciones que caracterizan a un humilde blogger vigilado y presionado constantemente por el sistema.
Razones de la integración.
¿Qué le celebran?
En primer lugar, los premios que prestigiosas instituciones le han extendido, y la celebración también se vuelve solidaridad cada vez que las autoridades le niegan el permiso para viajar. Los seguidores no encuentran efectistas sus aventuras, por el contrario, hallan interesante y valiente cada escaramuza, siempre acordes con una época en que la publicidad lo decide casi todo. Le conceden el mérito de convocar a bloggeros incipientes y adiestrarlos en los trucos con que romper el cerco cibernético del gobierno, o de haber conseguido que Obama le respondiese un cuestionario sobre asuntos de Cuba y la Casa Blanca, ganando con ello el aprecio personal y elogios del actual presidente norteamericano.
Le agradecen también la intención de permanecer en la isla, al pie del cañón – aún en el caso de que le permitiesen cruzar las puertas de la aduana para ir por un trofeo y regresar –, el seguimiento diario a la crisis sociopolítica cubana con sobrios argumentos, y no pocos han imaginado que, una vez derrocada la dictadura, Yoani pudiera servir, si no para presidenta, al menos para ministra de cultura.
Ni apocalípticos ni integrados.
Aún cuando luzca como el viejo chiste de “ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario”, la postura de prudente suspicacia (ofreciendo como garantía el beneficio de la duda) parece ser saludable a la hora de emitir valoraciones cuando de una figura como esta se trata, un ícono latente y todavía en evolución para bien, mal o regular. La historia aún no concluye, las personas suelen ser tan imperfectas como consecuentes, en ocasiones pueden mutar de un lado a otro del espectro, o ser ambas cosas en un mismo día y lugar. Ese es el precio de sostenerse por tanto rato frente a la mirilla de la opinión internacional: los bordes menos complacientes salen a la luz con más facilidad que los de quienes operan con perfil bajo.
En cualquier caso, el tiempo siempre se encarga de las reivindicaciones o del despojo de máscaras. Si Yoani Sánchez es una luchadora honesta, o si por el contrario es una oportunista de ego malcriado, o si es, ¿por qué no?, ambas cosas a la misma vez, eso lo sabremos en su momento, cuando le toque ocupar en la historia de Cuba el lugar que se haya ganado por derecho propio.
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