sábado, octubre 24, 2009

Hasta Tocopán en la Máquina del Tiempo.

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Hubiera sido una foto cualquiera de la familia, un retrato convencional de la gente de allá posando para los de acá en el cumpleaños de la abuela. El paisaje doméstico, el color de las paredes o los muebles no suelen cambiar mucho en las imágenes que llegan desde la isla, y esta habría sido una fotografía como cualquier otra, de no ser por un detalle que la situó, sorpresivamente, en uno de esos universos paralelos con viajes en el tiempo de H. G. Wells. De hecho, estuve a un tilín de ser succionado por dicho detalle, como cuando Christopher Reeve descubre la monedita anacrónica en Somewhere in time. De pronto, casi me disparo a La Habana de 1991 y sólo aferrándome con fuerza a la silla pude permanecer en este siglo.
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En la imagen, tomada hace muy pocos días en Marianao, aparecen algunos de los parientes de mi lado materno. Entre ellos, la esposa de mi tío viste un pulóver (camiseta, t-shirt), con un ícono pintado sobre el pecho: Tocopán, aquel tocororo medio disneyano que sirviera de logotipo y mascota en los Juegos Panamericanos de La Habana, allá por el verano del 91.
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Como la prenda no se ve maltratada - por el contrario, el pulovito luce como nuevo - y dado que su salida al mercado dista ya casi dos décadas, cabría la posibilidad de que la cuñada de mi madre tenga algún tipo de contacto con el misterio tecnológico de la máquina del tiempo, porque de lo contrario sólo quedaría asimilar de manera categórica que a la gente de Cuba no les queda más remedio que cuidar hasta las últimas consecuencias el cada vez más disminuido ropero personal.
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No sé si algún catalán seguirá vistiendo una camiseta del 92 con Cobi, la mascota de las olimpiadas de Barcelona, o si algún mexicano seguirá usando la gorra con Pique, el rancherito bigotudo, que usó en el mundial del 86, pero sí sé que muchos cubanos conservan y usan habitualmente prendas de vestir que ya sobrepasan los veinte años de adquiridas.
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Y es que La Habana cada día se parece más a un destino de turistas viajeros en el tiempo, turistas que llegan al aeropuerto José Martí a través de la máquina de H. G. Wells. No sólo a causa de los autos antiguos que ruedan por miles en una ciudad carente de transporte desarrollado, extendiendo casi por milagro una longevidad que no previeron nunca sus fabricantes, también los cines siguen siendo a la vieja usanza, la televisión permanece abierta, los e-mails no alcanzan a superar a los viejos telegramas, los edificios de Lawton siguen con la misma mano de pintura de hace media centuria, cualquiera puede calzar un par de zapatos comprado en la década del ochenta, con la suela reparada ya siete veces, las políticas del gobierno siguen siendo las mismas que en la época de Kennedy, cuando buscábamos la mejor manera de resistir hipotéticas invasiones yanquis, o como en el caso de la mujer de mi tío, todavía hay quien mantiene en su gaveta personal un pulóver que alguien le obsequiara aquel mes en que Cuba, por última vez, superó a los Estados Unidos en la tabla de posiciones del medallero panamericano.
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2 comentarios:

Ley Martinez (Cero Circunloquios) dijo...

Muy buen articulo hermano, y de acuerdo, esa dimensión caribeña y exóticamente anacrónica puede desafiar cualquier lógica de durabilidad textil, mecánica y mental. No te asombres, mi hermano viajo a Cuba luego de 14 años fuera y descubrió que sus amigos aun mantenían las camisas y pulóveres que él les dejo cuando se piro en el 94. Y aun mas, en alguna gaveta de un viejo escaparate de la casona de mi tío, donde nacimos, descubrió restos de un pulóver de aquellos que sacaron por el 83 con un cosmonauta de cabeza (al revés) ¿te acuerdas de eso?.
Tocopan sobrevive…como todos allá.

Rodrigo Kuang dijo...

¡Síiiii, me acuerdo de ese cosmonauta al revés! O sea, acabo de recordarlo, de extraerlo de algún rinconcito de mi disco duro cerebral y me ha provocado otro salto en el tiempo, acompañado de un erizamiento brutal!... Esa imagen de pulóver sólo podría ser superada por la de Bruce Lee (como el chiste de Mariconchi, de cuando fue a visitar a su familia al interior, el "pepillo" del pueblo tenía un pulóver de Bruce Lee).
Imagínate si no voy a recordar aquello, si yo mismo estuve entre los pioneros que recibieron a Tamayo y a Romanenko en el palacio de pioneros, disfrazados de cosmonautas.
Tremenda época aquella, la del programa Intercosmos y la "ilusión de cosmonautas" como le dice Vanito en un tema de Habana Abierta. Una época que se quedó varada en el tiempo, como tantas otras cosas de Cuba.
Saludos.