martes, octubre 20, 2009

El día de mi abuela.

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Hoy Esther Pereira cumple años. Muchos años. Esther Pereira es mi abuela, alguien que nació en un aniversario de la cultura nacional, allá por la década del veinte. Más exactamente en el año del famoso ciclón, en 1926. Mi abuela no es una figura de la cultura, sólo una manzanillera de buena cuna, graduada de comercio, que un día se fugó con mi abuelo, modesto chofer de guagua que no por humilde era menos apuesto y suertudo con las mujeres.

Mi abuela fue una de esas personas que se sumaron a la Revolución en el Oriente cubano, atravesando cercos para llevar medicinas a los rebeldes de la Sierra Maestra, apoyando a mi abuelo y a mi tío mayor, quienes, en la conclusión de los cincuenta, andaban perseguidos y condenados a muerte por las pandillas paramilitares de Mansferrer. Mi abuela es una de esas personas que arriesgaron su vida por la causa de Fidel Castro, para que luego el estado triunfante la abandonase a la suerte de un magro estipendio y desayunos con cerelac, adelgazando con la crisis hasta ya no volver a parecerse jamás a aquella mujer rolliza que correteaba entre los retenes del ejército batistiano.
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Esther Pereira, sin embargo, amaba al arte. Hizo que mi madre estudiase ocho años de piano y logró que mi tío menor se hiciera violinista profesional. Con mi tío mayor no pudo hacer nada, el muy jodedor había salido a mi abuelo y no tuvo más vocación artística que pasarse la vida haciendo bromas ocurrentes, manejando camiones y engatusando damas.
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Esther Pereira leía versos de Buesa que luego copiaba con fina caligrafía en un cuaderno, escuchaba discos de música clásica con la misma candidez conque se sentaba a veces junto a mi abuelo para escuchar a Los Panchos. Con su voz aflautada gustaba de cantar tangos y bolerones mientras cosía en su vieja máquina Singer. Así la recuerdo, pedaleando su máquina de coser en las tardes y escuchando las novelas de Radio Progreso y la Discoteca Popular con Eduardo Rosillo. Así me gusta recordarla, entre enérgica y cursi, entre ama de casa apacible y fiera desconfiada del marido resbaloso.

Mi abuela está cumpliendo años en este día de la cultura nacional. Los cumplirá en su casita deteriorada del barrio Zamora donde, al morir mi abuelo, quedó a la cabeza de dos familias más, la de mi tío menor y la de mi primo, negada de plano a mudarse con mis padres a esa otra casa habanera que, por el contrario, quedó casi vacía cuando las dos familias adheridas – la de mi hermana y la mía – retoñaron más de la cuenta y acabaron emigrando bastante lejos de Marianao y del país.

Senil y escapada en parte de este mundo, a veces le pregunta mi nombre a mi madre, que es el nombre de quien siempre fue su nieto favorito. La memoria de Esther Pereira se va destruyendo como un añejo disco duro invadido por virus informáticos, acaso como un obsequio divino que le permite no recordar las razones de su vida precaria, de desayunar con cerelac y almorzar picadillo de soya luego de haber arriesgado la vida por unos cuantos que hoy desayunan leche pura recién ordeñada, tostadas, jamón, frutas y cenan opíparas raciones con la mejor carne de res.

Parece que olvidar es el mejor mecanismo de defensa que Dios le regaló a la noble longevidad de la isla. Y parece que mi abuela, más que el Himno de Bayamo y su histórica primera ejecución pública, sigue siendo para mí el más lógico sentido conque recordar a mi país el 20 de octubre de un año cualquiera.

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3 comentarios:

Maite dijo...

Apenas puedo ni escribir pues tengo un nudo en la garganta y estoy a punto de joder el teclado con el llanten que tengo. Revise, como hago cada dia, para ver si habias escrito algo y me encuentro este pequeno homenaje a quien nos dedico la vida y nos lleno de mimos durante toda nuestra infancia y despues. Mami es y sera siempre el modelo de abuela de cuentos infantiles y los defectos que como ser humano pueda tener jamas se los conocimos, que mas puede pedir un nieto? Me alegro mucho que en nombre de los 4 escribas algo que se ella disfrutaria mucho si lo pudiese leer. Ojala pueda disfrutar uno de sus arroz con leche pronto.

Un beso
Maite

Raquel dijo...

Hermosa entrada. Así suelen ser las abuelas nuestras, sacrificadas y anónimas. Gracias por la poesía del recuerdo y no dejaré de visitar a este blog en el futuro.

Jorge Ignacio dijo...

Emocionante, linda evocación, tocayo. tu abuela es la viva estampa de muchos ancianos en Cuba. Qué dura realidad, hermano. un abrazo.