martes, marzo 20, 2012

Día Mundial sin Chocar con la Fibra.

Mi aplauso para los vegetarianos, aquellos seres que se niegan a comer carne ya sea por religión, humanismo o tan sólo por conservar una buena figura. Mi respeto para todos aquellos que hoy, 20 de marzo, prescinden de la carne en su dieta y sólo consumen vegetales, haciendo honor a miles de animalitos que, gracias a ellos, retardarán unos veinte minutos el inevitable sacrificio. Por mi parte, queridos amigos… no, gracias.

Como hace un tiempo ya hablé del Día Mundial del Apagón, con aquella negativa a apagar un solo bombillo la noche de universales culpas electroenergéticas, así mi origen cubano me desanima a seguirle el paso a una campaña tan altruista, a una movida organizada por seres amorosos que, o bien quisieran ver a las reses libres como en la India – y tras ellas a los puercos, pollos, chivos, pavos, etc., todos compartiendo despreocupadamente la civilización con nosotros los humanos – o bien sienten culpabilidad de haber comido tanta fibra cárnica durante muchos años y ahora esperan retribuir a la naturaleza con este breve martes de abstinencia proteínica.

Haber residido en Cuba durante los precarios años noventa bastaría a cualquiera para, de inmediato, hacerse el desentendido ante una iniciativa tan noble. Nosotros, que comimos bistec de cáscara de plátano y picadillo de soya con una cantidad homeopática de sospechoso origen animal, quedamos automáticamente fuera de esos complejos de culpa primermundistas que llevan a otros – incluyendo a países pobres – a sentirse como caníbales sin alma ni escrúpulos delante de un buen bistec con cebollitas y tostones.

Ya dejamos de comer más carne que la que dejarán hoy de ingerir los efímeros vegetarianos en toda América del Norte y Europa. De hecho quienes siguen allá en la isla, escuchando promesas de una mejoría alimentaria que nunca llega, en su mayoría continúan a dieta parcial o completa de carne, especialmente la proveniente del ganado vacuno. Somos, en síntesis, una sociedad con ascendientes españoles y africanos, pero con una rara mutación que nos convierte en una sociedad con descendencia hindú. Hindúes involuntarios, pues no se trata de que las reses anden sueltas por la ciudad devorando los marpacíficos de nuestro jardín sin miedo al machetazo, sino de que las vacas sagradas cubanas son ya patrimonio de la imaginación, o del recuerdo que quedó de un producto enlatado en la extinta Unión Soviética.

Por ello no siento remordimiento alguno por ir a cenar hoy, Día Mundial Sin Carne, a una taquería y pedir allí una cantidad obscena de carne asada, y si me cupiera, pasaría un poco más tarde por los puestos de hotdogs de la Universidad de Sonora, que tienen unas salchichas envueltas en tocino que son como para persignarse y engullirlas como cosa santa. Ya dejé de comer suficiente carne como para compensar con creces mi mala conciencia carnívora en un día como hoy.

Para mí, mientras pueda, todos los días del resto de mi vida serán Días Mundiales Con Carne.

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1 comentario:

Tenchy Tolón dijo...

Para desmollejarse de la risa... A decir verdad, como más vegetales que carne, pero no prescindo del preciado "bistec". Los seres humanos no somos hervíboros... lololol