sábado, diciembre 26, 2009

Cuando la razón puede más que la idiotez.

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Gracias a unos amigos de youtube, a pocas horas del concierto de Buena Fe en Miami ya fue posible actualizar nuestra visión del fenómeno con imágenes directas, tanto del concierto en el teatro Artime, como de la oligofrénica – no por ello menos esperada – protesta de Saavedra y su piquete de Vigilia Mambisa.

Los dinosaurios políticos, desde la acera opuesta y con un número de correligionarios francamente ridículo, arengaban a los muchos ciudadanos que, de muy buen humor, esperaban para ver en vivo al dúo trovero recién llegado de la isla.

Vale la pena ver el vídeo subido por la amiga Mary, en La Voz del Cauto, su canal de youtube, sobre todo para comprobar como a la retórica anticastrista de siempre, anclada en la amargura y el resentimiento, se le contrapone una nueva generación de cubanos emigrados, desprejuiciados y listos ya para una nueva era de integración cultural. A estas alturas, para los impostergables cambios que necesita nuestra nación, influye mucho más un verso profundo como “vuelve el telón y hay un alcohólico urbano / que hace un resumen de gran maestría / de cada cual según su trabajo / a cada cual según su picardía”, o “…y si por un azar de la vida / usted se encuentra a salvo / no se olvide al vecino que almuerza una soga de barco…”, que proclamas tan avinagradas como “nosotros estamos en contra de ustedes porque ustedes están ayudando a la tiranía castrocomunista”, o “la Charanga habanera son unos mercenarios”

Las imágenes del concierto hablan por sí solas. Aunque no se trate del American Airlines Arena, donde hace pocos meses actuase Habana Abierta junto a Willy Chirino, es evidente que el teatro Manuel Artime se repletó para escuchar a estos trovadores guantanameros radicados en La Habana, y que el disfrute general fue honrosamente catártico. Ya llegará el momento de llenar plazas mayores con la simple poesía musical que sale de nuestra Cuba de hoy.
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En cualquier caso, qué gran cosa terminar el año sabiendo un poco más cerca a las tantas orillas de la familia cubana.

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Los cuatro gatos de Saavedra y Vigilia Mambisa, arengando con bocina y todo.
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Los cubanos razonables, de este lado de la calle, de muy buen humor,
le gritaban a Saavedra: ¡Que cante otro, que cante otro...!
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Con la puesta de sol, también se hacía más profundo el vacío entre
las dos orillas (de la calle).
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