En la plaza Emiliana de Zubeldía, delante de la Universidad de Sonora y justo en el cruce del Bulevar Rosales con el Luis Encinas, aquí en Hermosillo, desde hace más de un mes colocaron un altar de madera con cruces, velas y juguetes. Una pancarta con los nombres de los 48 niños hasta ahora fallecidos en el incendio de la guardería, se mantiene como recordatorio de que aún no han sido castigados los responsables.
La gente hace marchas, como la sexta de ellas que tuvo lugar el sábado pasado, pero hasta el momento sólo han acontecido vagas investigaciones y la descarada fuga al extranjero de unos cuantos ricachos que durante años se habían estado beneficiando con las ganancias netas que deja la subrogación de guarderías, dejando a un lado las mínimas condiciones de seguridad para los pequeños.
Cerca de allí, en la barda de madera que protege la construcción de lo que será un enorme paso a nivel, alguien escribió: “¿Qué, ahora los culpables van a ser los nenes?”, y mientras andaba yo por la acera del bulevar, recorriendo con la mirada los restos de vallas y carteles con propaganda electoral, pensaba en lo recurrente que resulta la impunidad de los criminales cuando se trata de vidas infantiles, en la facilidad que tienen los poderosos para silenciar o disimular el genocidio.
Quince años atrás, a pocas millas de la Bahía de La Habana, otros niños eran masacrados, junto con jóvenes y adultos - y no por negligencia sino por puro placer -, cuando 68 personas intentaban escapar de la isla en el remolcador 13 de marzo. Seis niños menores de cinco años (así como los de la guardería, excepto una más pequeña aún, de apenas seis meses), otros cuatro menores de doce, y más adultos hasta un total de 37 víctimas, fueron empujados al mar con cañones de agua, abandonados a su suerte junto con los sobrevivientes que fueron rescatados de puro milagro por un barco griego que pasaba cerca de allí, en la oscura madrugada del Caribe.
El remolcador pertenecía a la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte, al igual que sus perseguidores, los barcos Polargo 2, Polargo 3, y Polargo 5, que acorralaron a los fugitivos. El Polargo 3 embistió al 13 de marzo por detrás, partiéndole la popa, mientras Polargo 2 y Polargo 5 bloqueaban los laterales y lanzaban agua en chorros a presión.
De nada valieron los gritos de las madres y sus hijos. Un bebé se resbaló de los brazos de su mamá, mientras otros niños se hundían tratando de aferrarse a una nevera. Las lanchas guardafronteras miraban a prudencial distancia, para no obstaculizar el tono civil del acontecimiento, y tampoco ofrecieron ayuda alguna a los sobrevivientes.
A estas alturas, no sólo siguen desaparecidos los cuerpos de las víctimas, por negativa expresa del gobierno a recuperarlos, sino que los culpables siguen caminando por las calles de La Habana sin el más mínimo temor a ser enjuiciados. El crimen es evitado por la prensa nacional, a no ser para tildar de antisociales a los que pretendían fugarse en el remolcador y ensalzar a sus asesinos, calificándolos de “leales patriotas”.
Niños mueren en Hermosillo como niños murieron en La Habana. Los poderosos se las arreglan para salir limpios de culpa – “durmiendo como bebé”, al decir del ya casi saliente gobernador de Sonora, Eduardo Bours – y prosiguen tranquilamente su paseo por la vida.
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¿Hasta cuando?, es la pregunta que se hacen los mexicanos, y que también nos hacemos los cubanos cuando ya casi termina la primera década del siglo XXI… ¿Hasta cuándo la pinche, la singá impunidad?
La gente hace marchas, como la sexta de ellas que tuvo lugar el sábado pasado, pero hasta el momento sólo han acontecido vagas investigaciones y la descarada fuga al extranjero de unos cuantos ricachos que durante años se habían estado beneficiando con las ganancias netas que deja la subrogación de guarderías, dejando a un lado las mínimas condiciones de seguridad para los pequeños.
Cerca de allí, en la barda de madera que protege la construcción de lo que será un enorme paso a nivel, alguien escribió: “¿Qué, ahora los culpables van a ser los nenes?”, y mientras andaba yo por la acera del bulevar, recorriendo con la mirada los restos de vallas y carteles con propaganda electoral, pensaba en lo recurrente que resulta la impunidad de los criminales cuando se trata de vidas infantiles, en la facilidad que tienen los poderosos para silenciar o disimular el genocidio.
Quince años atrás, a pocas millas de la Bahía de La Habana, otros niños eran masacrados, junto con jóvenes y adultos - y no por negligencia sino por puro placer -, cuando 68 personas intentaban escapar de la isla en el remolcador 13 de marzo. Seis niños menores de cinco años (así como los de la guardería, excepto una más pequeña aún, de apenas seis meses), otros cuatro menores de doce, y más adultos hasta un total de 37 víctimas, fueron empujados al mar con cañones de agua, abandonados a su suerte junto con los sobrevivientes que fueron rescatados de puro milagro por un barco griego que pasaba cerca de allí, en la oscura madrugada del Caribe.
El remolcador pertenecía a la Empresa de Servicios Marítimos del Ministerio de Transporte, al igual que sus perseguidores, los barcos Polargo 2, Polargo 3, y Polargo 5, que acorralaron a los fugitivos. El Polargo 3 embistió al 13 de marzo por detrás, partiéndole la popa, mientras Polargo 2 y Polargo 5 bloqueaban los laterales y lanzaban agua en chorros a presión.
De nada valieron los gritos de las madres y sus hijos. Un bebé se resbaló de los brazos de su mamá, mientras otros niños se hundían tratando de aferrarse a una nevera. Las lanchas guardafronteras miraban a prudencial distancia, para no obstaculizar el tono civil del acontecimiento, y tampoco ofrecieron ayuda alguna a los sobrevivientes.
A estas alturas, no sólo siguen desaparecidos los cuerpos de las víctimas, por negativa expresa del gobierno a recuperarlos, sino que los culpables siguen caminando por las calles de La Habana sin el más mínimo temor a ser enjuiciados. El crimen es evitado por la prensa nacional, a no ser para tildar de antisociales a los que pretendían fugarse en el remolcador y ensalzar a sus asesinos, calificándolos de “leales patriotas”.
Niños mueren en Hermosillo como niños murieron en La Habana. Los poderosos se las arreglan para salir limpios de culpa – “durmiendo como bebé”, al decir del ya casi saliente gobernador de Sonora, Eduardo Bours – y prosiguen tranquilamente su paseo por la vida.
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¿Hasta cuando?, es la pregunta que se hacen los mexicanos, y que también nos hacemos los cubanos cuando ya casi termina la primera década del siglo XXI… ¿Hasta cuándo la pinche, la singá impunidad?
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Fragmentos del documental 'Niños del Paraíso', de Mari Rodríguez Ichaso, con declaraciones de los sobrevivientes de la tragedia.
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Tela junto al altar de la Plaza Zubeldía, con los nombres de los 48 niños hasta ahora fallecidos. Nótese que todavía quedan espacios libres.
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POST POST:
Pocas horas después de haber subido la entrada, una buena amiga hermosillense, la periodista Silvia Núñez Esquer, me envió un enlace - que aquí reproduzco - con el artículo Caso ABC: las madres del incendio, donde queda claro que los de acá no cejan en la voluntad de hacer justicia. Debo agregar que, como ya escribí en el post del día 6 de junio, admiro la actitud digna de la gente en Hermosillo, y la entereza de personas como Patricia, madre de Andrés, niño víctima del incendio. Afortunadamente, a pesar de la tristeza, los hermanos mexicanos tienen la posibilidad de expresarse y exigir castigo a los responsables, y así es posible que alguna vez se haga justicia respecto al desastre de la guardería. Por desgracia a los cubanos hace tiempo se nos cercenó el derecho a disentir, y con ello se esfuma el chance de castigar a los asesinos del remolcador, o a los que ordenaron masacrar, desde las altas esferas del gobierno, a 68 seres humanos, el 13 de julio del 94.
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Semanas después, agrego otro link muy revelador, sobre los prófugos de Sonora, en el blog All about la Eve, de la escritora Eve Gil, la entrada Se buscan. Otra vez la parábola se desequilibra: los asesinos nuestros no han salido de Cuba. Todo el mundo sabe quiénes son, y ni siquiera tienen que escapar del país para evadir a una legalidad oficialista que los considera héroes de la patria.
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4 comentarios:
Sea de derecha o de izquierda la impunidad está dondequiera, y aquí en Hermosillo poderoso señor es Don Dinero......
Terrible, criminoso, inconcebible, tan lleno de dolor... y tantas y tantas injusticias en Cuba y en el mundo todo!
Abrazo
Miriam
Rodrigo, " Al volver de distante rivera, con el alma enlutada y sombria... afanoso busque mi bandera y otra visto en lugar de la mia...
Amigo, gracias por visitarme, en caso del remolcador , quedará en el corazón de todos los cubanos, tal vez no se haga justicia en la tierra.
La guarderia ABC, es el complejo dilema de México, el ahí te va, ya merito, ponle un centavito al medidor de luz, con una aspirina arreglo un vocho.
La mordida , el soborno, el compadrazgo, el malemadrismo.
Se empezaran a tirar la bola de aqui , para alla , "hasta las ultimas consecuencias" y despues, darán un billete a los familiares y el tiempo, ese aliado de las injustas injusticias, lapidara todo, los inocentes con Dios , de eso estoy 100 x 100 seguro, y los responsables bien por ahí perdidos y los chivos expiatorios refundidos en la carcel, por tarugos y a merced de una justicia no solamente ciega, maquiavelica y caduca.
Tal vez por ello México ,avanza como los cangrejos. un saludo compañero, patria o muerte. ja, ja, ja. cuidense los queremos. angel y fam.
Viste el documental No body listen, de Nestor Almendros. Ahí dice la cruda realidad, no sabemos por qué pero a nosotros los cubanos casi nadie nos oye...esa es parte de nuestra tragedia. Con los ejemplos que tratas tienes la diferencia.
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