viernes, enero 07, 2011

Sobre cómo destituir a un comandante de la revolución.

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La nota que emitió hace apenas unas horas el Noticiero Nacional de Televisión, y que fuese divulgada por Café Fuerte, es demoledora: Ramiro Valdés fue removido de su cargo como ministro de Informática y Comunicaciones, así como Fidel Fernando Figueroa fue despedido de su puesto a la cabeza del Ministerio de la Construcción.
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Parecería que a ambos les pasó lo mismo que a tantos otros, sacudidos de la mata en el año anterior, pero no. De eso nada. Cuando se refieren al compañero ex de la construcción, se dice sin mucho remilgo que la deposición aconteció por “errores cometidos en el desempeño del cargo” (por “incompetente” el infeliz, en un rubro que, por demás, desde hace décadas permanece en estado insalvable), pero con un comandante de la revolución, una verdadera momia viviente del Moncada, el Granma y la Sierra Maestra, no es tan sencillo. Para él la cosa tiene que ser más suave, algo así: “la decisión facilitará al vicepresidente del Consejo de Ministros Ramiro Valdés la atención al sector de la Construcción, la Industria Básica y la Informática y las Comunicaciones”… En otras palabras, el histórico comandante se encargará de tareas menos comprometedoras, sólo asomando la nariz de vez en cuando por esos tres ministerios, para que en lo adelante nadie lo pueda acusar de error alguno, sino que por el contrario, él mismo pueda acusar y defenestrar a cualquiera.

Así es como se cuida a un viejo comandante de la revolución, a un compinche de los originales, a un gran maestre de la octogenaria cofradía militar. No se le dice que el despido es por “deficiente gestión”, por “incapacidad” o por “corrupción”, sino que se le reacomoda en la cúpula, inventándole algún tipo de asesoría con la que puede seguir manteniendo su vida de millonario, su búnker personal, sus amantes jóvenes y sus inagotables privilegios de vice-presidente.

Ramiro, por demás, ya ha sido destituido de cargos importantes, al menos dos veces antes, bajo condiciones y dramas especiales (los detalles los contaba muy enjundiosamente Pedro Corzo en Cuba 2.0, hace casi un año), sin que ello significase una caída estrepitosa o definitiva, como sí ocurrió con otros muchos altos oficiales y ministros.

Y es que, amigos míos, aún cuando el actual mandatario Raúl Castro dijera en su pasado discurso ante la Asamblea Nacional que cualquier dirigente fallido sería depuesto sin miramientos – refiriéndose al castigo propinado recientemente al ministro de transporte, José Luis Sierra, a la de Industria Básica, Yadira García, y al Primer Secretario del PCC en Ciudad Habana, Pedro Sáez – no se estaba refiriendo a todos los mandamases, así, en un mismo saco, sino a aquellos que permanecen por debajo de la marca Moncada-Granma-Sierra Maestra. Esa línea divisoria vela porque no se afecten los que habitan en las alturas, en el Olimpo de los líderes históricos. Se puede arrastrar a segundones de menor trayectoria, a camajanes como Aldana o Acevedo, a héroes condecorados como Ochoa, a jovenazos descarriados como Robaina, Lage o Perez Roque, pero en estos tiempos difíciles, de ahí para arriba no se toca a nadie. Ni Ramiro Valdés, ni Machado Ventura – tampoco lo habría sido el ya difunto Almeida – ellos no serán jamás acusados de incompetencia, corrupción o de ser seducidos por las mieles del poder. Mucho menos los más altos estandartes del proceso revolucionario, los hermanos Castro, esos que seguirán disfrutando de la omnipotencia divina, de quitar y poner monigotes a voluntad, sin ser ellos mismos tocados jamás, ni con el pétalo de una rosa. Ellos no serán nunca atraídos por las “mieles del poder” porque no lo necesitan: ya están desayunando esas mieles, cada mañana, hace medio siglo.

Al decir del propio general Raúl Castro: “Quien mienta, sea quien sea, debe ser removido definitiva y no temporalmente del cargo que ocupa y, después del análisis de los organismos correspondientes, también separado de las filas del Partido Comunista”…

La salvedad que no se filtró en la Asamblea Nacional es esta: los que estamos de Ramiro para arriba tenemos licencia para mentir.


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